domingo, 22 de noviembre de 2009

El síntoma

El hombre se acomodó el saco y entregó un recado a la secretaria: “Diga a la señorita que me entrevistó que si no obtengo el empleo hoy mismo, me voy a tener que matar”
Las cuatro o cinco tazas de café bebidas en un par de horas, le aceleraron el pulso. Su andar era incierto. Las siete de la noche se notaban en el cielo amarillento y en la cantidad de autos apeñuscados en las calles. En espera del trolebús fumó el último cigarro de la cajetilla. En una tarde dejó tres solicitudes y fue entrevistado una sola vez.
Encontró la casa en silencio, se dirigió hacia la hornilla de la estufa. Con la ayuda de un poco de luz lunar que entraba, preparó café. Sorbió el líquido casi hirviente.
En el cuarto a oscuras la mujer dormía con los niños. Se acomodó en el sofá escudriñando la penumbra.
Antes del amanecer salió. Caminó de nuevo hasta la otra orilla y cuando sintió hambre y cansancio, volvió a donde la familia pasó el día con los últimos diez pesos.
Quedaba poco que vender o empeñar. Dormían sobre un colchón y había que entregar el ropero al vecino.
Una vez más, con el estómago vacío, se fue a la ciudad, a recorrer fábricas, almacenes, oficinas de gobierno. Visitó repetidas veces algunos sitios solamente para escuchar que no tenían puestos vacantes.
Al regresar, encontró al administrador de rentas dialogando con su esposa que tenía al pequeño en los brazos. Se le han juntado varios recibos y el dueño me exige su dinero. Tendré que meter otros inquilinos. Por favor le ruego que busque un lugar. Le doy el mes corriente de gracia.
Mi esposo no encuentra empleo, pero yo buscaré dónde acomodarme a trabajar. Para mí es más fácil en alguna casa o donde sea. Eso creo, porque ya lo hice antes y no se me dificultó. Ténganos un poco de paciencia. Nos pondremos al corriente, ya verá.
Los de la Comisión desconectaron otra vez la luz, se terminó el gas. El monedero completamente vacío, la cuenta en la tienda hasta el tope.
Se bañó con agua fría y salió con una idea fija. Sin dinero para el autobús tuvo que ir a pie. Entró al primer edificio que tenía abiertas sus puertas. Revisó la entrada a las oficinas, se dirigió hacia la más concurrida. Encontró una recepcionista que escuchó su desesperada petición. Siéntese, lo van a entrevistar en recursos humanos. Llenó formularios, escuchó a los tres entrevistadores, fue y regresó con papeles, hizo cita con el médico de la empresa y al final le pidieron esperar.
Esperó un mes y por eso volvió con el recado en la mano y lo entregó.
La chica lo remitió a la oficina de personal y la jefa se alarmó. Localicen a ese hombre, denle algo. Busquemos un puesto en el área de mantenimiento, o donde sea.
Mandaron un mensajero, pero la casa estaba vacía.

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