viernes, 7 de noviembre de 2014

Los medios de comunicación y la crisis de violencia y terrorismo en México.

En tanto que lleva su curso la crisis de violencia y crimen en México, los medios de comunicación dan cuenta de lo que sucede de maneras variadas: que van de lo escandaloso a lo más o menos objetivo o al menos algo realista. Pocos son los medios que investigan de verdad y publican sus trabajos con plena libertad y objetividad. En España, donde he estado al tanto de los acontecimientos de los últimos días, quienes escriben en los diarios dan razones y conclusiones que se apartan de manera importante de la realidad, con una marcada tendencia a calificar a los manifestantes, tanto familias de víctimas como movilizaciones civiles, como si fuesen por costumbre sujetos radicalizados en la forma de exigir sus demandas, lo cual no tan sólo no es útil para dar información, sino que en realidad desinforman y dificultan la comprensión de lo que acontece. Tal es el caso de periódicos como el Pais, donde algunos columnistas han dado a los estudiantes normalistas el calificativo de guerrilleros y a las escuelas normales como semilleros de insurgencia civil armada. Nada más errático que estas opiniones vertidas en los diarios, incluso se ha cometido el desatino de asociar esta crisis como una extensión de la revolución de 1910, en tanto que señalan que al calor de aquella gesta lejana en el tiempo, surgieron las guerrillas de Jenaro Vasquez y Lucio Cabañas, en el estado de Guerrero. En realidad esta inconformidad que se extiende y generaliza por el territorio mexicano obedece en esencia a la incomprensión gubernamental y estamental, de los procesos sociales en su conjunto. Los medios divulgan falsedades o verdades a medias, obedeciendo a sus líneas editoriales pletóricas de intereses comerciales y sobre todo políticos, lo mismo que a una lógica de sacar verdades a la luz del ambiente mundial de expectación que se ha generado o degenerado, acerca de lo que sucede en México. Por su parte algunos articulistas del diario mexicano Milenio asombran por las ideas que sugieren, por ejemplo decir que tal vez los estudiantes escaparon a la sierra y están reunidos con sus familiares a la espera de que transcurra la tensión, como si jugarán a las escondidas con los policías que llegaron en patrullas a recogerlos. Otro "periodista" de este diario se conmueve porque lo ocurrido en iguala "pone en riesgo los cambios estructurales que requiere México". Estos apuntes son tan tétricos como lo que acontece. Sin embargo los diarios que figuran como clientes del gobierno, no tienen escrúpulos para publicar lo in publicarle. En un recuento de versiones escritas y difundidas por medios electrónicos e impresos, podemos advertir que las verdades se escapan de las pantallas de las televisoras y de las planas de los periódicos en forma casi total debido, principalmente, a la seducción del sensacionalismo que prima en la información que se autodenomina independiente. En el momento que se vive, mucha gente puede dar un testimonio fidedigno, esclarecedor, que refleja la pérdida de garantías que en principio deben asistir a los ciudadanos. Los medios periodísticos no reproducen cabalmente la expresión de aquellos que forman parte de los contingentes afectados directa o indirectamente por los acontecimientos violentos que tienen lugar en estos días, en todo caso cubren las notas y venden sus titulares, pero nada más. La crisis, desde esta perspectiva, no solamente subyace en una realidad social que recibe los golpes de la violencia desatada, misma que también incluye los vacíos informativos o las noticias sesgadas de parte de medios igualmente alineados con los poderes políticos y económicos dominantes, los cuales aprovechan maliciosamente la oportunidad de descalificar y señalar negativamente las luchas sociales que tienen lugar en diferentes partes del país. Los estudiantes víctimas no son pues guerrilleros o entes radicalizados en busca de su oportunidad política. Son, en principio, las únicas fuerzas sociales vivas en un país convulso por la desesperanza y el hartazgo, ante la opresión instituida y hasta institucionalizada, de los poderes económicos, ideológicos y políticos de una nación a merced de la incertidumbre social. Los medios, consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, se coluden con estas fuerzas que asuelan a México. Los estudiantes y sus familias son gente común, no son transportadores de un orden superior desestabilizador y anárquico, como pretenden hacer ver los medios empoderados, y afianzados en su afán protagónico y participe de la política, que, finalmente, se subordina al poder financiero y político de los dominantes. Es oportuno entonces hacer un llamado a esas corrientes informativas para que pongan límites a sus innumerables columnas impregnadas de intereses poco claros. Es un momento crucial, no sólo para este país latinoamericano, sino para la comunidad internacional de naciones. En sus manos se haya el trabajo de investigar, de aproximarse a los hechos de forma imparcial y sobre todo proclive a la estabilidad y viabilidad de un mundo cada día más enrarecido por la violencia y el culto a la muerte. El incendio puede extenderse hasta los confines del orbe, más vale que quienes comunican lo estimen y ponderen de esa forma.

jueves, 6 de noviembre de 2014

México en llamas

Hace mucho tiempo México vive la vorágine del terror; por negligencia, por incapacidad, por el dolo, hasta la perversidad, que fluye desde su clase gobernante, de sus fuerzas armadas y de la gente vinculada a toda forma de poder de facto u otro ejercido desde las instituciones, o incluso por una clase de adinerados que explotan la facilidad con la que pueden pasar por alto la ley, para ensanchar sus capitales y dominios. La crisis no es producto exclusivo de gobiernos fallidos socavados por la corrupción, o de los llamados delincuentes, sino además de quienes se supone están para proteger a la sociedad de esos delincuentes y, también de aquellos quienes juegan el doble rol de ciudadanos que aparentan tener una forma honesta de vivir, a la vez que son los actores invisibles de las tramas más atroces que flagelan a la sociedad; los llamados criminales de cuello blanco, de los cuales no se habla casi nunca. Las matanzas sumarias fueron en aumento a partir de que Felipe Calderón, siempre felicitado y respaldado por sus pares estadounidenses y aliados, buscó legitimidad para ocupar el cargo de presidente, el cual obtuvo en forma fraudulenta gracias a un robo (que permaneció impune) de la elección federal efectuada en 2006. (Existen investigaciones sólidas que respaldan esta percepción que mantuvo por años una buena parte del electorado que acudió a las urnas). Acto seguido, emprendió una obsesiva persecución de supuestos o reales delincuentes lo cual hizo con gran acompañamiento de los medios de comunicación. Los crímenes masivos tienen ahora al país la más vergonzante y triste opinión mundial que se haya conocido desde las cruentas batallas de la Revolución de 1910. Ni el violento 2 de octubre de 1968 se asemeja a lo que es actualmente este suelo dolido por sus muertos y desaparecidos. Ya no tan sólo se siembra maíz en el campo, sino cadáveres. La palabra México se asocia en el imaginario con los conceptos más oscuros que puede tener la realidad humana: muerte, miedo de ser víctima, inseguridad compartida por millones de ciudadanos. Se han perdido, tal vez para siempre, más de cuarenta jóvenes, estudiantes de origen campesino cuya desaparición y sacrificio cometido con toda la saña posible, muestra las entrañas de un país socialmente desintegrado, políticamente dividido y además corroído por la violencia que se ha instalado en la mayor parte del territorio. La justicia y la ley en México, son abstracciones de los discursos que pronuncian gobernantes incapaces de ofrecer soluciones. . Solamente en el sexenio en que gobernó Salinas de Gortari fueron denunciadas las desapariciones de alrededor de trescientos militantes del PRD, entonces la fuerza política opositora más contundente y por tanto significativa para un posible cambio, que finalmente tampoco tuvo lugar por la tramposa "caída del sistema" que impidió una revisión del resultado electoral (junio de 1987) que le arrebató el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas. En ese mismo lapso suceden los asesinatos del líder del PRI, Francisco Ruiz Masieu (en la Ciudad de México); del candidato electo por ese mismo partido, Luis Donaldo Colosio (Lomas Taurinas, Tijuana) y del Cardenal Juan Jesus Posadas Ocampo; este último en un operativo llevado a cabo en el aeropuerto de Guadalajara, por sicarios y elementos de fuerzas policiales que aparentemente se coordinaron para simular un enfrentamiento entre bandas del crimen organizado. Finalmente los autores de la balacera que costó la vida al prelado, junto con su chofer y alrededor de seis personas que tuvieron la desgracia de estar en dicho lugar en esos fatídicos minutos, viajaron tranquilamente en un vuelo comercial que aterrizó en la ciudad de Tijuana, más de dos horas después, sin que nadie se atreviera a molestarlos. Sin embargo, tampoco se puede hablar de partidos que se rijan por principios estatutarios, sino que éstos, en una inercia letal, se mueven en todo caso por intereses grupales e individuales opuestos a la lógica de un desarrollo de país que procura el bienestar de los ciudadanos y el mejoramiento del tejido social a base de una justa reorganización de sus instituciones. Los mexicanos, en su inmensa mayoría, están amenazados por una suerte de poder de facto, impuesto por grupos que operan en todos los circuitos del ámbito gubernamental y del empresariado, igualmente vinculado a hechos que han alterado el orden jurídico y/o violentado en diferente forma el Estado de Derecho. En esta lista caben lo mismo medios de comunicación, como Televisa, (Empresa involucrada en un escándalo del cual ya no se habló más, cuando al ser detenida hace un par de años en Honduras una caravana de vehículos con el logotipo de esta empresa, se les encontró la suma de nueve millones de dólares) que otros giros como casinos, burdeles, bancos desarrollos inmobiliarios, operados desde las esferas de las mafias nacionales y mundiales. La descomposición social e institucional del país es mayúscula, además se agrava en la medida que no aparece por ninguna parte la razón respaldada en instituciones que se rijan por la acción de líderes que no incurran en ilícitos o abusos de autoridad o uso irracional de la fuerza. Nada parece cambiar esta dinámica que condena a los mexicanos a estar todos los días rozando con el riesgo de perder bienes, libertades y derechos, quizá hasta la propia vida. México arde como una llanura consumida por el fuego que han provocado sus propios gobiernos, incapaces de proteger al Estado y a la población. Se mantiene en vilo la seguridad, el orden, la justicia. Como la metáfora de un llano en llamas, tal cual describió Juan Rulfo acerca de una zona en plena canícula. Se trata entonces del ardor de la sociedad atemorizada, indignada y extraviada en un contexto de locura sangrienta, desatada por el poder. Por su parte, las armas con las que se muere la gente en México son, en su inmensa mayoría, provenientes de Estados Unidos, tanto legal como ilegalmente. De esta forma han alimentado los vecinos del norte un negocio envilecido por la impunidad con que operan los comerciantes de toda clase de armamento, desde militares retirados, hasta los conocidos rangers, aquellos asesinos que se ceban en los cuerpos cansados y débiles de los inmigrantes cuya situación de violencia y pobreza les empuja para cruzar la frontera. El México mafioso de ahora está fuertemente asido del diabólico sistema que permite el comercio y la circulación de armas, como una franquicia de la muerte. En ello se sostienen los carteles y demás organizaciones de diferente tamaño y modo de actuar. El tráfico de droga no es ya el tema principal de estas páginas negras, sino la condena a muerte que dictan los que gozan de poder público, apoyados por los criminales provenientes de una multiplicidad de grupos o células, cuyo único fin es agredir y matar sin escrúpulos, con la mayor crueldad posible, con tal de dominar el territorio política y económicamente. El México bárbaro evoluciono al México desquiciado. El México solidario con los países, devino en un México en llamas.