lunes, 11 de enero de 2021

Estados des-Unidos de América: ¿termina el proyecto de la Unión Americana junto con su modelo capitalista y el débil equilibrio mundial?

 


 

Sí 2020 se destacó siendo un año terrible, hemos comenzado este otro con un nivel de ebullición política que pone en punto de riesgo grave el equilibrio de fuerzas de las potencias mundiales. Lo que asoma como una tempestad que tiene atónito a medio mundo, aparte de que puso a varios ejércitos en estado de alerta, no es el surgimiento de otro conflicto armado entre naciones, lo cual es más que probable, sino una especie de insurrección civil en el país que en otra época fuera el más poderoso de la Tierra.

La democracia de Estados Unidos mostró una grieta profunda, tan abismal que acaso sea un síntoma que señala un final nada decoroso para el proyecto hegemónico financiero-militar de la nación que tanto tiempo presumió de libertades. Éstas, en teoría, tuvieron su base en un orden de equilibrios idóneo; es decir, una relación históricamente establecida que permite concordancia entre el Estado, los bloques financieros o políticos, los gremios sindicales, las élites, junto con las representaciones de la multiplicidad étnica, cultural, económica y política que conforma el groso de su enorme ciudadanía, además de los complejos nodos del poder que funcionan como brazos del sistema político-judicial, con o sin marcos legales, como el famoso FBI o la DEA, entre otros.

¿Qué los hizo estallar? Tal vez haya sido porque el sistema, que algunos llaman modelo estadounidense, caracterizado por un capitalismo controlador, al grado de convertirse en regente de economías de otras naciones durante más de medio siglo, -a las cuales moldeó en el orden comercial, político y hasta cultural; principalmente a través de los medios de comunicación- sostenido todo ello en recursos, algunos más o menos diplomáticos, muchos otros coercitivos o abiertamente bélicos, se volvió inviable.

El nuevo ordenamiento mundial apunta aparentemente hacia un equilibrio de países en el que ninguno incurrirá en la pretensión suicida de someter a los demás. No serán muchos en realidad, tal vez cuatro o cinco naciones que dominarán al resto por medio de sus economías, sin dejar de lado su fuerza militar que utilizarían sólo en caso de defensa, o cuando menos teniendo una carta fuerte, como son los recursos naturales. En este escenario probablemente no vaya a figurar más la ex Unión Americana; no es viable, de acuerdo con lo que acontece y lo que faltaría por verse, que haya marcha atrás en una tendencia que desde hace años fue posible observar. No hace falta una mirada tan penetrante para dimensionar la magnitud del problema que enfrentan quienes tratan de mantener ¡a cualquier costo! o conseguir, el control del gobierno estadounidense, incluido su poderoso complejo industrial militar: son capaces de desatar una guerra civil, como lo anunció Trump al advertir la inminente derrota electoral que supone y quizá haya sido por medio de controles cibernéticos. “Estamos en guerra”, dijo en algún momento de la madrugada cuando se llevaba a cabo el proceso del conteo de votos en los primeros días del mes de noviembre de 2020.

Nicolás Maquiavelo menciona “una regla general que no engaña nunca, o que, al menos, no extravía sino raras veces, y es que el que ayuda a otro a hacerse poderoso provoca su propia ruina”. Esta cita del autor de El Príncipe nos puede explicar lo acontecido entre Estados Unidos y China, durante las recientes décadas: “Él es quien le hace tal con su fuerza o con su industria y estos dos medios de que se ha manifestado provisto le resultan muy sospechosos al príncipe que, por ministerio de ellos, se tornó más poderoso”. 

Ahora vemos con claridad que las nuevas reglas las dicta el gran país oriental. Sin embargo, esto no significa que vaya a convertirse China en “el país dominante” en todos los órdenes; es decir, en lo económico, tecnológico, científico, militar, etcétera. Lo que sí es posible sostener es que este enorme país cerró el ciclo capitalista que lideró Estados Unidos a partir del final de la Guerra Fría, aparte de que con su estilo inauguró también la nueva etapa que vivimos, en la que la hegemonía estadounidense va en declive.

Además de la poderosa Rusia, coexisten otras potencias como la India, donde se ha incrementado el desarrollo de tecnología de alto impacto; Canadá, y su competitividad industrial y comercial; Japón, que no ha dejado de crecer como país fortalecido en todos los aspectos, y ni qué decir de naciones como Vietnam o Corea, que dejaron atrás el subdesarrollo. En esa lista podría figurar México próximamente, si es que se cumplen los proyectos más importantes del actual gobierno, principalmente aquellos ligados a la producción de energía o al transporte de mercancías y personas, e igualmente si se cuenta con el respaldo estratégico de gobiernos que permitan sinergia con otras economías líderes.

Europa no duerme, especialmente Alemania, como potencia del continente. En cambio, el Reino Unido aparentemente sufre de la misma enfermedad que su engendro americano.

Hay un revés histórico en la entrampada sucesión presidencial de Estados Unidos de América, lo cual tiene que ver con todo esto mencionado: se ha fragmentado y diseminado el orden mundial, pero no en fracciones débiles, sino al contrario; éstas crecen fuertes.

En el interior de este país se manifiesta dicha fuerza de cada una de ellas bajo una visión global capitalista, que se opone a los nacionalistas inconformes igualmente capitalistas pero convertidos en reaccionarios antineoliberales; esto significa que hay un enorme cóctel a punto de explotar, según la extensión de la mecha y lo húmeda que esté o no la pólvora.   

Por tanto, no solamente es importante observar con atención la furia colectiva que procura impedir a un indeseable presidente que continúe en la Casa Blanca, sumando las insólitas reacciones de sus simpatizantes, sino la forma en que se tensan los hilos de poder anclados en todo el orbe; alguno o varios de ellos se pueden desatar a la vez y eso revolucionaria todo lo que conocemos del sistema mundo capitalista, como lo define Wallerstein.

¿Cuántos desearían aprovechar el vacío que dejaría el derrumbe total de la gobernanza y por tanto de la economía del gigante americano? ¿Acaso este debilitamiento institucional que pone en peligro la paz social de todo un país no es como para que algún otro se posicione distinto en el tablero mundial? Esto debe preocupar mucho a quienes de alguna manera intervienen como una correlación de fuerzas cuyo impacto trasciende en el destino de los estadounidenses. Podemos decir entonces que está en juego el futuro de más de trescientos millones de ciudadanos de allí y muchos otros del resto del planeta, por lo que pudiera desatar la crisis.