Mientras llueve tú no estás.
Hay un dejo de agonía en la tarde que languidece de lluvia
El golpeteo en los cristales marca los pasos del tiempo
Y tú no estás en el reloj de arena que es mi cuerpo
Que late vacío mientras las gotas dan quejidos golpeándose
en el suelo
Cuánta melancolía deslizan las calles, yéndose la gente a
otros lugares
Entre velos grises que envuelven la ciudad, arropándola con nubes
Así es como pasábamos mejor las tardes, acompañados con vino
en la almohada
Húmeda me hablaba tu piel franca, unos brazos tenuemente
enternecidos
Qué exacto es el compás de las horas frente al espejo de una
habitación mientras llueve
No queda ni un segundo fuera de su marcha etérea que nos
recuerda lo efímera que es la vida
Tanto allá afuera como en el seno que nos guarda de todo eso
que acontece mientras transcurre
El alba.
Qué dulce latir de los cristales empapados y opacos que no
dejan ver las calles ni el cielo apagado
De tanto llover, qué tristeza que no regresaste al arco de
mi puerta, que no me des tu abrigo
Una tarde como ésta, me lamento de que no ilumine tu vital
ansiedad el espacio de mi habitación
Oscura.
Julio del 2013.
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