jueves, 1 de mayo de 2014

Entre la sal y la informacion

Seguramente el comercio de la sal fue uno de los primeros intercambios de recursos naturales que hubo en la historia del hombre. Este mineral fue esencial para las formas de vida que practicaron los individuos en casi todas las agrupaciones del género humano que entonces -hace miles de años en la prehistoria- poblaban el planeta. "Vosotros sois la sal de la Tierra, reza El Génesis", en alusión a la gente. Con esta frase se resume la importancia que tuvo el asombroso cristal para la vida, del cual también se deriva el término salario, en referencia a un pago. El salario en la antigüedad consistía literalmente en una porción de sal. Con el tiempo otros productos se volvieron esenciales y altamente codiciados por pueblos enteros o reinos. Entonces se expandió el comercio primitivo. La supervivencia y también la extinción de la especie están fuertemente vinculadas a comprar o vender algo. Desde la comida, el techo o el vestido, hasta artículos suntuosos; todo se ha vendido siempre como una mercancía, un servicio o alguna actividad, de acuerdo a una ley bastante conocida que se llama oferta y demanda. Aquello que más se consume tiende a escasear y por tanto a subir su precio, como sucede con los alimentos o los recursos no renovables. Aunque también se tienen valores subjetivos, como el valor que se les da a las gemas, a las obras de arte, a las antigüedades, a las marcas famosas o al propio cuerpo. Esta compraventa o mercado se llevó a cabo durante mucho tiempo a base de intercambio o trueque, hasta la invención y circulación del dinero en sus múltiples variantes, lo cual sucedió en el inicio de la civilización. El desarrollo de los pueblos, que a la postre se volverían reinos y más tarde naciones, conllevó igualmente una evolución sumamente sofisticada en formas y usos para que funcionara el mercado y la propiedad privada de las mercancías que lo conforman, al mismo tiempo que se generó una dependencia total de este sistema de acaparamiento, almacenamiento e intercambios de todo lo básico para vivir y de aquello otro considerado simplemente necesario. La posesión y el flujo abarca desde lo más indispensable, hasta un número creciente de objetos, ideas o actividades que se compran y se venden en todas las regiones habitadas en el mundo. Generalmente los mercados se abrieron por medio de la guerra. Hubo por tanto guerras de conquista impulsadas por un afán de explotación para el comercio de recursos, principalmente el oro y hasta la gente, que en forma esclavizada igualmente fue vendida en las colonias cuya población ha vivido históricamente subordinada al poder central o imperial, junto con las élites que lo sostienen. En esta inercia cultural se basó por milenios la existencia, por lo que unos pudieron sobrevivir más y mejor que otros, de acuerdo a un orden natural de diferencias y conflictos; es decir, una lucha constante de opuestos, generalmente en desventaja entre sí. Hoy observamos que la dinámica que impusieron hace miles de años los mercaderes se mantiene vigente, de ahí nació el capitalismo y el mal o el buen funcionamiento de todas las sociedades se basa en el capital. Mentes agudas como la que poseyó Carlos Marx captaron esta dinámica y la explicaron en forma por demás brillante, tal es el caso de El Capital, escrito por este autor que fue a su vez inspirador de grandes movimientos sociales. La fuerza del capital ha hecho sucumbir todos los intentos que se han llevado a cabo para salir de este campo de gravitación social, que no se sabe a ciencia cuándo comenzó y hasta donde nos va a llevar o en qué terminará. Los ejemplos más notables en la época contemporánea que sirven para entender que sí han habido esfuerzos notables para emancipar a los pueblos de las cadenas del capitalismo, ahora más salvaje que nunca, son las revoluciones socialistas del Siglo Veinte, principalmente la soviética, la China y la Cubana. De éstas solamente sobreviven los procesos de China y Cuba. La URSS se disolvió hace ya más de dos décadas porque no pudo resistir el embate del capital. China opera en forma eminentemente capitalista, con un sistema centralizado y controlado desde la estructura del gobierno que se autodefine como socialista. En cambio Cuba funciona con un sistema socialista, sin apartarse de esferas capitalistas que manejan países con los que mantiene relaciones comerciales. Además la circulación del dinero en manos de los habitantes de la isla es cada día mayor. Esto como consecuencia de algunas actividades que pueden ser definidas como un comercio para y entre ciudadanos y otro más para turistas. El capital toca a las puertas del sistema con una energía tal que pone a pensar a la dirigencia en la fiabilidad y solidez del gobierno aún dirigido por los Castro. En el caso de Venezuela, la crisis que le surgió a Maduro, tiene que ver con tanto capital libre que igualmente opera con la lógica del mayor incremento y beneficio posible para los dueños, sin importar nada más. Las élites venezolanas de alguna manera son aliadas del gran capital mundial, principalmente el de los industriales y comerciantes europeos que venden sus excedentes en los mercados latinoamericanos, al tiempo que extraen recursos naturales por medio de contratos ventajosos, con lo que sacan el máximo provecho en forma desproporcionada con el rédito que pagan por sus concesiones. Estas corporaciones y sus apoyos estarán siempre en oposición a toda política o gobierno que emprenda acciones que tiendan a beneficiar a la gente, por medio de subsidios u otras formas de asistencialismo: son engranajes de las estructuras capitalistas en sus expresiones más definidas. Nada debe de proveerse gratuitamente a la población o se debilita la economía, pareciera ser la consigna de los sectores que impulsan el capitalismo por medio del mercado o el mercado por medio del capitalismo. El deterioro y burocratizacion de las instituciones fincadas para dar asistencia a los ciudadanos, son una de las consecuencias de estas políticas. El abandono es coordinado desde las altas esferas del mundo financiero a través del Consejo de Washington que es su aval. El capitalismo en su manifestación salvaje de neoliberalismo, ha socavado la estabilidad y el rumbo de países enteros, pulverizando sus economías y enriqueciendo a los dueños del capital. Por más que se hable de crisis del capitalismo, este sistema que es motor del desarrollo al tiempo que también representa la matriz de la descomposición social del planeta, se fortalece en la medida en que aumentan los sistemas de seguridad supuestamente diseñados para mantener la paz y el orden mundial. Las estrategias son dirigidas exclusivamente para prolongar indefinidamente la hegemonía de los que explotan, acumulan y controlan la riqueza global, además de los flujos por donde circula la información que representa hoy una de las mercancías más rentables debido a los dividendos y el poder que significa su acceso y control. La humanidad continúa sometida a la trabazón del comercio y el capital, de tal suerte que indefinidamente habrá conflictos, rupturas y guerra. En tanto que no se procuren nuevas formas de socializar los insumos necesarios para coexistir en un mundo que amanece cada día más complejo e intrincado, tanto en sus relaciones e invenciones como en las relaciones interpersonales, estaremos inmersos en un desorden que tiende al caos y la devastación de los hábitats. La dinámica de abrir mercados y la manera como se controlan ahora los flujos informativos es idéntica a la de los albores del comercio. No ha llegado el día en que la sal y el conocimiento sean realmente algo al alcance de todos, por medio de algún orden social que lo garantice, sin tener que comprar o vender nada, sino a través de una organización colectiva capaz de satisfacer la imaginación y el cuerpo de la gente para que viva en óptimas condiciones. Que se logren formas de vida humana dignas, solidarias y altamente creativas. Estos ideales que persiguieron las revoluciones socialistas en alguna medida sucumben al impulso de ponerle precio a las cosas, a la codicia de acapararlas y especular con ellas. Los sistemas socialistas decaen por ese afán de unos de tener más privilegios que otros. Por más baños de pureza que se den los dirigentes, la mayoría viven igual o mejor que los príncipes o acaudalados de los países capitalistas, en tanto que gozan de acceso a los objetos que nutren el mercado y mantienen con vida al modelo neoliberal de la economía. Esto sucede en forma paralela a lo que afronta la población que vive privada de crear un patrimonio que le permita tener un estatus equiparable al de los ciudadanos de las clases medias del mundo. Para qué llegue un cambio real en la forma de estar sobre la Tierra, es precisó una nueva educación de las generaciones , al margen de los valores materiales impuestos por los dogmas primitivos y cultivados a través de miles de años por ingeniosos que supieron darle ese carácter al género humano: una especie que sobrevive a base de competir a muerte por los bienes, en lugar de alejar la muerte compartiendo los bienes y el trabajo para obtenerlos.