sábado, 11 de noviembre de 2017

López Obrador, el aspirante vencido y vencedor


Por razones que se vuelven difíciles de simplificar o entender, ni se diga aceptar, el único político realmente independiente Andrés Manuel López Obrador no ha logrado ganar la presidencia (para muchos seguidores o simpatizantes se la han robado) y veremos si alcanzará esa meta en el verano de 2018. Sí pudo en cambio fijar en la mente de gran número de mexicanos un imaginario de alguien que está en permanente lucha contra el poder, siendo un hombre de poder que incluso en cierta forma va por encima de la prominencia política del país. Su autoridad estriba en el convencimiento de que puede haber cambios y esperanza, en medio de rotundos fracasos políticos e institucionales que dieron cauce a lo que algunos llaman la tragedia nacional y que se ha instalado desde hace varios sexenios.
López Obrador ha sido vencido en las urnas y se ha vencido a sí mismo quizá antes de los comicios, porque su estilo le acarreó innecesariamente no pocas reacciones contrarias, mas sin embargo ha resultado vencedor. Esto no quiere decir que las votaciones hayan sido limpias, sino todo lo contrario, las instituciones que organizan los procesos están secuestradas por los partidos alineados con el PRI, y en buena medida por la presidencia, por más que se maquille y se inventen membretes. Las elecciones presidenciales de 2006 tuvieron tanta incidencia de irregularidades que las hicieron ver como un fraude. Desde la intervención de Fox hasta la displicencia de las autoridades del IFE, todo aquello fue tramposo junto con la conducta de quienes patrocinaron los comerciales negativos al igual que los llamados del clero durante los ritos y homilías, tan abiertamente metido en la lucha del poder. A esto se sumaron los empresarios que daban órdenes a sus subalternos y empleados para que no votaran por AMLO, desde luego la secrecía del voto les menguaba este afán, aunque algo lograron hacer para darle votos al panista Calderón. En estados como Guanajuato y Michoacán, hubo una francachela donde celebraron el triunfo desde mucho antes de votar.
De ese resquebrajamiento institucional que acrecentó la decepción ciudadana, surge la fuerza del líder de Morena y como una paradoja que resulta visible mucho después, hasta 2017 y lo que sigue, lo mejor que le pudo pasar es no haber sido presidente a partir de 2006 y hasta 2012, año en el que hubiera entregado el cargo para hacer un retiro sin retorno a menos que le hiciera modificaciones a la Constitución. Escribiría sus memorias, haría algunos actos de presencia con estudiantes, maestros, líderes sociales, estaría al tanto del acontecer nacional, quizá se hubiese mantenido como opositor crítico, pero no sería la enorme figura que es López Obrador a unos meses de iniciar su tercera campaña para ganar la presidencia de México, siendo una vez más el favorito. En esta otra ocasión competirá muy fortalecido porque durante cinco años Peña Nieto, su gabinete, el Secretario del partido, los gobernadores que presumió como parte del nuevo PRI y que resultaron presos o prófugos, y en general el sello de su gobierno han sido aliados involuntarios.
¿Qué hizo tantos años que sigue de vuelta o más bien nunca se ha ido, solamente mide los tiempos?
En México no se hacen revoluciones desde 1910 con una serie de revueltas que siguieron hasta 1924, con la llegada de los sonorenses al poder siendo Álvaro Obregón el jefe supremo. A pesar de que la Carta Magna se había firmado en 1917, no dejaron de luchar entre sí las facciones revolucionarias durante un periodo singularmente violento. El mensaje maderista para que la gente tomara las armas y acabara con el régimen de Porfirio Díaz, obtuvo respuesta principalmente entre la clase media urbana, así como gran cantidad de gente del campo cansada de las formas como se utilizaba el poder por parte de quienes tenían algún cargo o una posición con privilegios. Esto les permitía permanecer fuera del alcance de la ley cuando cometían toda clase de abusos o crímenes contra personas que no se podían defender por su naturaleza generalmente humilde. Por otra parte, los asaltos a los viajeros en los caminos eran cotidianos por estas mismas causas.
Las cosas no cambiaron hasta que se cansaron otros que igualmente tenían mucho poder, se trataba de miembros de familias prominentes, por lo regular terratenientes o personas acaudaladas que ya no vieron con buenos ojos las reelecciones del dictador Díaz. A los ricos del norte no les pareció conveniente lo que hacían los ricos del sur de la mano del presidente que se aferró al poder tanto tiempo. La posición social y el carácter un tanto místico de Francisco I. Madero, junto con su formación, fueron el punto de partida para encauzar el descontento y se organizaron por todo el país comités de apoyo, los llamados clubs maderistas, la revolución había comenzado.

En 2018 seguramente no habrá revolución, pero sí unas elecciones en las que al parecer los del poder ya se hartaron de apoyar y apostar a lo mismo. Al igual que hace cien años la gente rica del norte se cansó. Favorece ya con su capital y su aval moral, a alguien que tiene posibilidades muy visibles de acabar con el carcomido régimen que manejan ya no los del sur, sino una combinación de gente de todas partes que hace negocios lícitos e ilícitos, políticos, prelados, otros que se manejan como intelectuales, militares, etcétera. Ya veremos en unos meses más el alcance que tendrá esta intención del cambio.