Por razones que se
vuelven difíciles de simplificar o entender, ni se diga aceptar, el único
político realmente independiente Andrés Manuel López Obrador no ha logrado
ganar la presidencia (para muchos seguidores o simpatizantes se la han robado) y
veremos si alcanzará esa meta en el verano de 2018. Sí pudo en cambio fijar en la
mente de gran número de mexicanos un imaginario de alguien que está en permanente
lucha contra el poder, siendo un hombre de poder que incluso en cierta forma va
por encima de la prominencia política del país. Su autoridad estriba en el
convencimiento de que puede haber cambios y esperanza, en medio de rotundos
fracasos políticos e institucionales que dieron cauce a lo que algunos llaman
la tragedia nacional y que se ha instalado desde hace varios sexenios.
López Obrador ha
sido vencido en las urnas y se ha vencido a sí mismo quizá antes de los
comicios, porque su estilo le acarreó innecesariamente no pocas reacciones
contrarias, mas sin embargo ha resultado vencedor. Esto no quiere decir que las
votaciones hayan sido limpias, sino todo lo contrario, las instituciones que
organizan los procesos están secuestradas por los partidos alineados con el
PRI, y en buena medida por la presidencia, por más que se maquille y se
inventen membretes. Las elecciones presidenciales de 2006 tuvieron tanta
incidencia de irregularidades que las hicieron ver como un fraude. Desde la
intervención de Fox hasta la displicencia de las autoridades del IFE, todo
aquello fue tramposo junto con la conducta de quienes patrocinaron los comerciales
negativos al igual que los llamados del clero durante los ritos y homilías, tan
abiertamente metido en la lucha del poder. A esto se sumaron los empresarios
que daban órdenes a sus subalternos y empleados para que no votaran por AMLO,
desde luego la secrecía del voto les menguaba este afán, aunque algo lograron
hacer para darle votos al panista Calderón. En estados como Guanajuato y
Michoacán, hubo una francachela donde celebraron el triunfo desde mucho antes
de votar.
De ese
resquebrajamiento institucional que acrecentó la decepción ciudadana, surge la
fuerza del líder de Morena y como una paradoja que resulta visible mucho
después, hasta 2017 y lo que sigue, lo mejor que le pudo pasar es no haber sido
presidente a partir de 2006 y hasta 2012, año en el que hubiera entregado el
cargo para hacer un retiro sin retorno a menos que le hiciera modificaciones a
la Constitución. Escribiría sus memorias, haría algunos actos de presencia con
estudiantes, maestros, líderes sociales, estaría al tanto del acontecer
nacional, quizá se hubiese mantenido como opositor crítico, pero no sería la
enorme figura que es López Obrador a unos meses de iniciar su tercera campaña
para ganar la presidencia de México, siendo una vez más el favorito. En esta
otra ocasión competirá muy fortalecido porque durante cinco años Peña Nieto, su
gabinete, el Secretario del partido, los gobernadores que presumió como parte
del nuevo PRI y que resultaron presos o prófugos, y en general el sello de su
gobierno han sido aliados involuntarios.
¿Qué hizo tantos
años que sigue de vuelta o más bien nunca se ha ido, solamente mide los
tiempos?
En México no se
hacen revoluciones desde 1910 con una serie de revueltas que siguieron hasta
1924, con la llegada de los sonorenses al poder siendo Álvaro Obregón el jefe
supremo. A pesar de que la Carta Magna se había firmado en 1917, no dejaron de luchar
entre sí las facciones revolucionarias durante un periodo singularmente
violento. El mensaje maderista para que la gente tomara las armas y acabara con
el régimen de Porfirio Díaz, obtuvo respuesta principalmente entre la clase
media urbana, así como gran cantidad de gente del campo cansada de las formas
como se utilizaba el poder por parte de quienes tenían algún cargo o una
posición con privilegios. Esto les permitía permanecer fuera del alcance de la
ley cuando cometían toda clase de abusos o crímenes contra personas que no se
podían defender por su naturaleza generalmente humilde. Por otra parte, los
asaltos a los viajeros en los caminos eran cotidianos por estas mismas causas.
Las cosas no
cambiaron hasta que se cansaron otros que igualmente tenían mucho poder, se
trataba de miembros de familias prominentes, por lo regular terratenientes o
personas acaudaladas que ya no vieron con buenos ojos las reelecciones del
dictador Díaz. A los ricos del norte no les pareció conveniente lo que hacían
los ricos del sur de la mano del presidente que se aferró al poder tanto
tiempo. La posición social y el carácter un tanto místico de Francisco I.
Madero, junto con su formación, fueron el punto de partida para encauzar el
descontento y se organizaron por todo el país comités de apoyo, los llamados
clubs maderistas, la revolución había comenzado.
En 2018 seguramente
no habrá revolución, pero sí unas elecciones en las que al parecer los del
poder ya se hartaron de apoyar y apostar a lo mismo. Al igual que hace cien
años la gente rica del norte se cansó. Favorece ya con su capital y su aval
moral, a alguien que tiene posibilidades muy visibles de acabar con el carcomido
régimen que manejan ya no los del sur, sino una combinación de gente de todas
partes que hace negocios lícitos e ilícitos, políticos, prelados, otros que se
manejan como intelectuales, militares, etcétera. Ya veremos en unos meses más
el alcance que tendrá esta intención del cambio.