viernes, 26 de marzo de 2021

Pandemia: Algo comprensible en lo desconocido por venir.

 


 

Durante más de un año de pandemia cambiaron drásticamente las formas de convivir, por consecuencia, pasamos por una etapa de inmovilidad que nos obligó a suspender reuniones, junto con algunos de nuestros hábitos. Lo mismo podemos decir de las maneras de trabajar, comunicar, organizarnos, producir, sentir la existencia; inclusive llegamos a reflexionar muchos de nosotros en la levedad de la vida. Le dimos a nuestros actos un toque de filosofía que nos viene del golpe recibido. La nueva adaptación humana será ante eventos cada vez más complejos, como desafíos difíciles de imaginar.

¿Cómo seremos después, cuando se diga que todo volvió a la normalidad porque se acabó la amenaza mortal? ¿Se perderá totalmente el miedo al Covid 19, como sucede con las gripas comunes? ¿Qué aprendimos de ello que sirva para evitar que suceda algo tan doloroso como esta experiencia, que por cierto aún no desaparece totalmente? ¿Acaso surgirán en nuestra época más virus desconocidos, altamente contagiosos y peligrosos?

Como profesor universitario me imagino el regreso a las aulas como una posibilidad aún incierta, probablemente algo lejana, pero sin embargo ineludible. Quizá volveremos en algún mes del año que transcurre, no hay ya muchas razones para dudarlo puesto que se han vacunado y se vacunarán tal vez millones de personas, sólo que no sabemos cuál tipo de actitud tendremos junto a los estudiantes y cómo nos verán ellos, que son la población no tan afectada por mostrar menos bajas que los adultos, sobre todo mayores o con algún padecimiento previo, ¿estarán preocupados por tratar de no ser causales de la transmisión de este u otros males que impactan severamente en la salud? Vaya forma de hacerse presente un fenómeno que se mira como algo fatal, imprevisto, aunque la humanidad haya atravesado tantas veces por toda clase de padecimientos colectivos de esta índole.

Volver a lo presencial se acompaña de medidas tales como tomar la temperatura, se crearon filtros sanitarios, además de ciertos lugares para realizar pruebas rápidas. Todos seremos vistos como potenciales enfermos hasta que se compruebe que no es así o nos detecten el virus a partir de lo cual recibiremos otra clase de tratamiento. La nueva condición para todo será estar sano, aunque sea aparentemente puesto que se aplicarán criterios de observación solamente para síntomas que pudieran significar la infección de Covid19, por lo que no se verán los padecimientos de otras enfermedades. Además, estará prohibido abrir al público los ingresos a lugares si no se aplican tales protocolos sanitarios.

En lo individual, la lección invita a mirar de cerca nuestro metabolismo corporal, en qué estado nos encontramos físicamente, qué comemos o bebemos, en qué cantidades consumimos lo que sea. Quizá ponemos más atención al sueño, a la alimentación, al ejercicio, el reposo, o aquello que nos altera emocionalmente. Encaramos con dinámicas distintas las problemáticas dentro de lo familiar por estar más tiempo juntos padres e hijos, hermanos, etcétera.

Se objetiva así el “hacer-no hacer” humano de una etapa crítica en la cual ocurre una transición civilizatoria; es decir, se proyecta el final de un ciclo: Algunos han observado que la pandemia marca el verdadero comienzo del Siglo XXI.

Los animales se adaptan notablemente a los cambios para sobrevivir porque utilizan su instinto al vérselas con dificultades de todo tipo; saben qué deben hacer para hallar refugio, alimento o fuentes para beber. Como parte de la naturaleza también la gente se las ingenia para salir avante de esta situación, principalmente con el uso de tecnologías de Internet. Se abre lugar entonces un proceso de adaptación generalizado alrededor del planeta, el problema es que no todos tienen la posibilidad del acceso, o en todo caso, la utilización no busca, mucho menos logra materializarse en algún beneficio económico, como sería adquirir habilidades para conseguir empleo o hacer trabajos de manera independiente cuando se tiene cierta práctica. Vemos que se dedica tiempo a simplemente estar en los grandes intercambios en red que conforman el nuevo discurso social. “El discurso social: todo lo que se escribe en un estado de sociedad, todo lo que se imprime, todo lo que se habla públicamente o se representa hoy en los medios electrónicos”. (Angenot, 2010).

El humano, como especie, tiene hoy en su base de datos una nueva experiencia que es capaz de cambiar el perfil de la actual civilización al encontrarnos como si saliéramos de una guerra. Podemos hablar de ello en términos comparativos con lo que sucedió en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, o también el resurgimiento de las naciones de Oriente -China, Japón, las Coreas o Vietnam- que fueron sometidas a castigos devastadores por esas fechas hasta pasando la primera mitad del Siglo XX y ahora son casi potencias. La diferencia es que esta guerra la ha perdido la humanidad casi entera, ¿por qué?

Millones de individuos tienen cerca o tuvieron junto a ellos – me incluyo- a alguien que padeció y finalmente logró superar las consecuencias que causó el virus en su organismo, o también a otro que lamentablemente no resistió y por lo cual perdió la vida. Podemos hablar con la mayoría de las personas conocidas o nuestros contactos virtuales y nos van a confirmar esto. ¿Qué más consecuencias terribles podemos imaginar que sean peores que esta? Ninguna guerra se compara a esta muerte silenciosa, sin bombas o artefactos, ni ejércitos combatiendo. Nada es comparable a la secuela de pérdidas humanas junto a la enorme desestabilización de hogares que ven agotarse sus ingresos aparte de que sufren los terribles aislamientos.

Los imaginarios se llenaron de Covid19.  Casi de inmediato al surgimiento de noticias sobre la extensión de la pandemia por el mundo, ésta fue mentalizada por las poblaciones de diferentes latitudes que pusieron en circulación toda clase de datos, principalmente a través de las redes sociales. Las informaciones provenientes de fuentes de la más variada condición incluyen centros de investigación certificados, al igual que sujetos que se autodefinen como expertos epidemiólogos o infectólogos. Una gran parte proviene de una multitud que expresa toda clase de opiniones que niegan la existencia del virus, otros la minimizan en tanto que muchos más se escandalizaron desde que comenzó. Fue muy contundente el “quédate en casa” y “no salgas sin cubre boca”. También observamos un frenesí por vacunarse; familias completas se desplazan a poblaciones donde tienen conocimiento que aplican vacunas. Con tal de evadir el contagio no les detiene la distancia que tengan que viajar para buscar las dosis. No sabemos si habrá suficientes para todos los que intentan aplicarse la vacuna, así como quizá tampoco conoceremos el número de personas que no desean o no pueden acudir a un centro especializado para ello. Habrá entonces siempre muchas incógnitas sobre el origen y efectos de la más impactante pandemia que ha conocido hasta hoy la humanidad.

¿Qué sigue? Aprender la lección nos remite a revisar los sistemas políticos, conocer si está o no funcionando la democracia, qué dificultades enfrenta, ¿se perdieron de vista los fines?, ¿por qué sigue insatisfecha la gente en las tres cuartas partes del mundo?  Las hambrunas junto con grandes éxodos migratorios cobran más fuerza que antes, por lo que definitivamente cualquier ataque de virus hace blanco perfecto en un orden mundial desequilibrado, desajustado, que subyace a merced de los intereses financieros y militares. El empobrecimiento creciente en forma descontrolada y acelerada es el foco rojo más visible de todas las alarmas. Quizá un setenta por ciento de la humanidad ni siquiera cubre los gastos indispensables o básicos familiares; es decir, algo de alimentación diaria, pocos vestidos. Se abrigan bajo un techo desprotegido y apenas con unos pocos objetos o muebles. Por lo regular andan descalzos la mayoría de los niños en casi todas las naciones que forman la ONU, con excepción de las del Norte. En esas regiones la gente vive en tensión a causa de la violencia, por lo que todo el listado de delitos que comprende un código penal ocurre allí, como una constante diaria. De la forma que se vea, los intentos por estabilizar el nivel socioeconómico de los países por medio del mercado global, además de apoyos bancarios o fondos emergentes, ha sido un fracaso total. Las décadas neoliberales socavaron las débiles estructuras de dichas naciones, se disparó la sobre explotación de recursos naturales después de modificar los marcos que sostienen la legalidad; es decir, fueron elaboradas constituciones a modo de dicha explotación colonialista. Por si fuera poco, las grandes organizaciones criminales se apropiaron de los negocios, los recursos y el dinero del planeta, sin que haya un poder que lo impida, ni siquiera una pandemia.

lunes, 11 de enero de 2021

Estados des-Unidos de América: ¿termina el proyecto de la Unión Americana junto con su modelo capitalista y el débil equilibrio mundial?

 


 

Sí 2020 se destacó siendo un año terrible, hemos comenzado este otro con un nivel de ebullición política que pone en punto de riesgo grave el equilibrio de fuerzas de las potencias mundiales. Lo que asoma como una tempestad que tiene atónito a medio mundo, aparte de que puso a varios ejércitos en estado de alerta, no es el surgimiento de otro conflicto armado entre naciones, lo cual es más que probable, sino una especie de insurrección civil en el país que en otra época fuera el más poderoso de la Tierra.

La democracia de Estados Unidos mostró una grieta profunda, tan abismal que acaso sea un síntoma que señala un final nada decoroso para el proyecto hegemónico financiero-militar de la nación que tanto tiempo presumió de libertades. Éstas, en teoría, tuvieron su base en un orden de equilibrios idóneo; es decir, una relación históricamente establecida que permite concordancia entre el Estado, los bloques financieros o políticos, los gremios sindicales, las élites, junto con las representaciones de la multiplicidad étnica, cultural, económica y política que conforma el groso de su enorme ciudadanía, además de los complejos nodos del poder que funcionan como brazos del sistema político-judicial, con o sin marcos legales, como el famoso FBI o la DEA, entre otros.

¿Qué los hizo estallar? Tal vez haya sido porque el sistema, que algunos llaman modelo estadounidense, caracterizado por un capitalismo controlador, al grado de convertirse en regente de economías de otras naciones durante más de medio siglo, -a las cuales moldeó en el orden comercial, político y hasta cultural; principalmente a través de los medios de comunicación- sostenido todo ello en recursos, algunos más o menos diplomáticos, muchos otros coercitivos o abiertamente bélicos, se volvió inviable.

El nuevo ordenamiento mundial apunta aparentemente hacia un equilibrio de países en el que ninguno incurrirá en la pretensión suicida de someter a los demás. No serán muchos en realidad, tal vez cuatro o cinco naciones que dominarán al resto por medio de sus economías, sin dejar de lado su fuerza militar que utilizarían sólo en caso de defensa, o cuando menos teniendo una carta fuerte, como son los recursos naturales. En este escenario probablemente no vaya a figurar más la ex Unión Americana; no es viable, de acuerdo con lo que acontece y lo que faltaría por verse, que haya marcha atrás en una tendencia que desde hace años fue posible observar. No hace falta una mirada tan penetrante para dimensionar la magnitud del problema que enfrentan quienes tratan de mantener ¡a cualquier costo! o conseguir, el control del gobierno estadounidense, incluido su poderoso complejo industrial militar: son capaces de desatar una guerra civil, como lo anunció Trump al advertir la inminente derrota electoral que supone y quizá haya sido por medio de controles cibernéticos. “Estamos en guerra”, dijo en algún momento de la madrugada cuando se llevaba a cabo el proceso del conteo de votos en los primeros días del mes de noviembre de 2020.

Nicolás Maquiavelo menciona “una regla general que no engaña nunca, o que, al menos, no extravía sino raras veces, y es que el que ayuda a otro a hacerse poderoso provoca su propia ruina”. Esta cita del autor de El Príncipe nos puede explicar lo acontecido entre Estados Unidos y China, durante las recientes décadas: “Él es quien le hace tal con su fuerza o con su industria y estos dos medios de que se ha manifestado provisto le resultan muy sospechosos al príncipe que, por ministerio de ellos, se tornó más poderoso”. 

Ahora vemos con claridad que las nuevas reglas las dicta el gran país oriental. Sin embargo, esto no significa que vaya a convertirse China en “el país dominante” en todos los órdenes; es decir, en lo económico, tecnológico, científico, militar, etcétera. Lo que sí es posible sostener es que este enorme país cerró el ciclo capitalista que lideró Estados Unidos a partir del final de la Guerra Fría, aparte de que con su estilo inauguró también la nueva etapa que vivimos, en la que la hegemonía estadounidense va en declive.

Además de la poderosa Rusia, coexisten otras potencias como la India, donde se ha incrementado el desarrollo de tecnología de alto impacto; Canadá, y su competitividad industrial y comercial; Japón, que no ha dejado de crecer como país fortalecido en todos los aspectos, y ni qué decir de naciones como Vietnam o Corea, que dejaron atrás el subdesarrollo. En esa lista podría figurar México próximamente, si es que se cumplen los proyectos más importantes del actual gobierno, principalmente aquellos ligados a la producción de energía o al transporte de mercancías y personas, e igualmente si se cuenta con el respaldo estratégico de gobiernos que permitan sinergia con otras economías líderes.

Europa no duerme, especialmente Alemania, como potencia del continente. En cambio, el Reino Unido aparentemente sufre de la misma enfermedad que su engendro americano.

Hay un revés histórico en la entrampada sucesión presidencial de Estados Unidos de América, lo cual tiene que ver con todo esto mencionado: se ha fragmentado y diseminado el orden mundial, pero no en fracciones débiles, sino al contrario; éstas crecen fuertes.

En el interior de este país se manifiesta dicha fuerza de cada una de ellas bajo una visión global capitalista, que se opone a los nacionalistas inconformes igualmente capitalistas pero convertidos en reaccionarios antineoliberales; esto significa que hay un enorme cóctel a punto de explotar, según la extensión de la mecha y lo húmeda que esté o no la pólvora.   

Por tanto, no solamente es importante observar con atención la furia colectiva que procura impedir a un indeseable presidente que continúe en la Casa Blanca, sumando las insólitas reacciones de sus simpatizantes, sino la forma en que se tensan los hilos de poder anclados en todo el orbe; alguno o varios de ellos se pueden desatar a la vez y eso revolucionaria todo lo que conocemos del sistema mundo capitalista, como lo define Wallerstein.

¿Cuántos desearían aprovechar el vacío que dejaría el derrumbe total de la gobernanza y por tanto de la economía del gigante americano? ¿Acaso este debilitamiento institucional que pone en peligro la paz social de todo un país no es como para que algún otro se posicione distinto en el tablero mundial? Esto debe preocupar mucho a quienes de alguna manera intervienen como una correlación de fuerzas cuyo impacto trasciende en el destino de los estadounidenses. Podemos decir entonces que está en juego el futuro de más de trescientos millones de ciudadanos de allí y muchos otros del resto del planeta, por lo que pudiera desatar la crisis.