domingo, 24 de agosto de 2008

México delincuente

México se convirtió en pocos años en un país eminentemente delincuencial: Los bajos niveles educativos, la aguda crisis socioeconómica que padece la mayoría, así como los obstáculos para construir un sistema realmente democrático, son factores que repercuten en la violencia que descompuso el clima social.
El miedo que sentimos por la inseguridad se lo debemos por igual a los delincuentes que cazan en las calles a sus víctimas, como también a los que atracan al pueblo aplicando políticas que favorecen a los dueños del capital. Tan ladrón es el que saca una pistola para despojar de su automóvil a un ciudadano, como el que vende litros de gasolina de ochocientos mililitros o kilos de ochocientos cincuenta gramos.
El crimen organizado y las iniciativas que asumen los gobiernos neoliberales que permiten a ciertas empresas el retorno de los impuestos que pagaron, guardan semejanzas. Se devolvieron a dichos empresarios privilegiados 100 mil millones al año durante el sexenio de Fox, cifra que ya superó el gobierno de Calderón al regresar a los empresarios que aseguraron su triunfo 93 mil millones de pesos; esto en el primer semestre de 2008. Se trata de los cincuenta magnates que lo mantienen gobernando, pese a que no les ha dado la tranquilidad y tersura que quisieran para seguir multiplicando su dinero.
Delinque lo mismo el que se mete a una casa para llevarse lo que pueda, como aquél que se introduce con palancas a una dependencia pública para obtener contratos. Unos se especializan en extorsionar por vía telefónica a las víctimas, en tanto que otros les sacan el dinero voluntariamente, con redondeos que acumulan cifras que solamente ellos saben a donde van a parar.
Hay quienes roban con engaños o violencia y también otros que roban con el favor del cargo o puesto público que les prestaron, a ellos, o bien a los amigos o parientes. Existen tantas formas de robar como maneras de hacer las cosas honestamente, pero la gente prefiere jugársela con lo primero y este país es un paraíso para ese estilo de vida.
México es un territorio de robadera: roban los funcionarios, comenzando con la gente del círculo presidencial, que no están ahí precisamente por honrados. El mismo Calderón fue sorprendido en malos manejos cuando dirigió una institución de banca oficial: Banobras.
A los pocos meses le vimos de candidato y millones de mexicanos no creemos en un triunfo legal, porque el “aiga sido como aiga sido” nadie se lo puede desmentir.
Roban los policas a los que roban algo o cometen faltas y son descubiertos; roban los políticos que se enriquecen con el poder; los industriales que fabrican sus productos con baja calidad y venden como si la tuvieran; los empresarios que evaden impuestos o faltan a sus compromisos con los clientes; los trabajadores que hurtan cosas o no hacen su trabajo correctamente.
Los medios de comunicación también se roban la verdad para cambiarla por ficciones a su conveniencia. Hasta los intelectuales suelen robar conceptos o ideas investigadas o pensadas por otros.
Vaya situación que nos dificulta ya bastante la existencia. De pronto nos dan deseos de robarnos algo para no sentirnos tan extraños, aunque sea unos minutos de alguien que nos pueda escuchar y quizá comprender.
Con cierta razón Calderón dijo que la responsabilidad por la inseguridad es de todos. Vio al pueblo como gente de su misma condición en general, es decir, los impulsos o costumbre de sus connacionales por el acto de robar: es agudo, como el que padece él y su gente: se roba aquí y se roba allá, por dentro y por fuera, por arriba y por abajo.
En un país donde toda la población, incluidas las autoridades, es parte del delito ¿qué se puede hacer? Bueno, eso es lo que declaró el presidente de esa fracción tan dada a creerle. “Dijo que todos”, como dice el clásico chiste. “todos y todas”, diría el descarado inepto de su antecesor.
Quíteles lo delincuente a los ciudadanos, don Felipe, y se va a quedar sin ciudadanos o acaso unos pocos, según lo que declara y no es tan alejado de la verdad. ¿Por qué no empieza por algo más fácil para regresarnos algo de tranquilidad, por ejemplo usted y su gabinete?
Señor Martí: ¿Le queda claro cual es la dinámica de la delincuencia en este país? Estamos de acuerdo con usted, que renuncien.

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