¿Tú también, Bruto, hijo mío? Quedó históricamente el registro de estas palabras que alcanzó a pronunciar Julio César antes de fallecer, a los cincuenta y seis años, abatido por las veintitrés puñaladas que le propinaron los miembros del Senado conjurados para deshacerse de él y volver a constituir la República.
Cimbro se arrojó a sus pies fingiendo pedir clemencia para su hermano desterrado. En esta postura sostuvo la túnica de César con el fin inmovilizarlo, era la señal.
Marco Junio Bruto, su protegido, discípulo y posible hijo, era uno de los organizadores del plan junto con el senador Casca, quien fue el primero en atacar y además lo hizo por la espalda. Entre los asesinos estaba Cayo Casio Longino, un confabulador nato que odiaba a muerte a César, a pesar de que éste le había perdonado tras la batalla de Farsalia, devolviéndole sus privilegios políticos y la hacienda. Pero Casio no aceptaba que su carrera política se viese favorecida por César, porque él quería ascender por méritos propios y no por la gracia de un hombre.
Este crimen que sella una etapa en la historia de la antigua Roma, figura en cierta forma uno de los movimientos más peligrosos y densos del ajedrez de la política de bajo espectro: cambiar de bando y desconocer al propio líder, incluso atacarlo cuando se ha ganado su confianza, con tal de ser más fuerte.
Con las debidas proporciones y trasladado el ejemplo al conflicto generado en la Universidad de Guadalajara, desde que Briseño Torres asumiera la rectoría general, sirva para ilustrar una explicación de los acontecimientos recientes.
La ayuda que le dio Raúl Padilla, como líder máximo universitario, pese a declaraciones vertidas por el hoy rector, implicaba correr el riesgo de que sucediera lo que vemos hoy; el beneficiario de las condiciones que allanaron el camino para llegar al cargo máximo de la casa de estudios, ahora que se halla donde quiso estar se quita la máscara, ufanamente dice: ¡niguas! aquí mando yo: los antecesores son sólo ex rectores “Ahora yo soy rector y él es exrector”. Así contestó, refiriéndose a RPL, en la entrevista para la revista Proceso que circuló esta semana.
La persona admirada y guía en su carrera política, como él mismo lo llamó en público hace unos meses, ahora significa para él solamente un exrector más, con quien asegura tener coincidencias, pero también muchas diferencias que han hecho “cierta mella en la relación”.
Un político avezado, como seguramente se considera así mismo BT, no hubiera dado semejante derechazo que trae a los medios como enjambre tras la apetitosa nota y puso a los universitarios en alerta, sin descontar lo que los políticos contrarios a la causa padillista ven como flancos por donde golpear. Si en verdad hubiera acumulado experiencia, opinaría que el ex rector Raúl Padilla López ha sido uno de los rectores más dinámicos con los que ha contado la institución en los tiempos actuales. Admitiría, o al menos aparentaría aceptar públicamente, que se trata de un personaje visionario, con la suficiente iniciativa para lograr la concreción de grandes proyectos que conllevan beneficios a la propia universidad y a la sociedad, en la magnitud con que han sido cimentados y promovidos. Sin duda es un activo que otras universidades se disputarían por los resultados ofrecidos. Sus relaciones rebasan el ámbito local y nacional, condición que se debe aprovechar. Su influencia es benéfica y en absoluto impide el pleno trabajo que tiene a su cargo la rectoría general, cada quien en su ámbito procura la estabilidad y el crecimiento de la universidad. Nos complementamos perfectamente, pudo decir, además que: aún en nuestras naturales discrepancias, como todas las personas las tienen, coincidimos y sabemos conciliar los puntos de vista cuando éstos no tienen el mismo enfoque.
Pero BT no lo ve así. Para él, la presencia e influencia de RPL es asunto que debe quedar acotado más allá de sus decisiones o manera de proceder en el cargo. Reacciona como si se tratara de un estorbo que le puede eclipsar su escalada política y por tanto marca una raya discursiva y de acciones que tienen que ver con una melosa relación con los del Yunque porque “…ganaron y con la realidad no te puedes pelear, y si lo haces corres serios riesgos…”
Esto es verdaderamente revelador: según la lógica de quien se considera la cabeza de la universidad, hay que fingir; usar dos, tres antifaces, los que sean necesarios; un discurso para cada ocasión, aunque se contradigan. Cualquier cosa con tal de subir, trepar a lo alto. (bris, bris, bris, según la puntada de Falcón)
Inhabilitado de la mano izquierda, el rector de la Universidad de Guadalajara se lanzó a puñetazo limpio contra los expectores Raúl y J. Trinidad Padilla López, con la diestra mediática que lo lleva a declarar ante todo micrófono que se le ponga enfrente, para enseguida teclear sus dichos en los correos que envía a diestra y siniestra. Hasta hace señalamientos de “cierto desorden administrativo en las administraciones anteriores”. Vaya.
La comunicación mediática de los problemas internos que atraviesa la universidad ya se le hizo un delirio, al igual que una vaga idea de la ley, como si ésta fuera respetada en Jalisco y en el resto del país, sobre todo en las circunstancias en que quedó el mentado dizque Estado de Derecho.
Haber utilizado el lamentable caso del trasplantólogo para golpear políticamente, fue una acción temeraria que va a llevar las cosas demasiado lejos; probablemente hasta una ruptura seria dentro del ámbito universitario, con repercusión en el gobierno estatal y en varios sectores sociales.
Sin duda opera una mano derecha bastante ruda, semejante a la de aquél personaje de los cómics que es como un ser humano hecho de roca.
El fino arte de la política de ligas mayores nomás no es lo de este personaje. Pero ya nos hemos acostumbrado al arribo de perfiles de toda laya a los cargos públicos importantes.
Por su parte, ni la invocada contraloría, ni la procuraduría estatal, han respondido como debiera ser a una serie de irregularidades y delitos que se cometen como constante en el gobierno del cambio desgraciado. El propio procurador de justicia tiene denuncias en su contra por delitos graves y no se ha movido nada.
Las arcas del erario se saquean una y otra vez para dar satisfacción a los ambiciosos contratistas y políticos que deshacen el estado.
Por mencionar algunos de estos latrocinios, cito el caso de la “indemnización” de veinte millones de pesos a la Universidad Panamericana, cuando ésta quiso apropiarse parte del Parque Metropolitano mediante argucias pretendidamente legales. La partida de dinero fue sustraída de la Secretaría de Educación Pública ¿Por qué quitar a escuelas donde acuden niños pobres para dar esos recursos a universidades elitistas de tipo confesional, en este caso una institución del Opus Dei, donde van millonarios?
¿Cuántas cosas se compraron y se compran a sobreprecio en todas las dependencias del sector oficial? ¿Cuáles son las razones por las cuales las obras son de pésima calidad? ¿Qué hicieron estas autoridades frente al atropello del limosnazo, aparte de atacar rabiosamente a quienes estuvimos en desacuerdo? El rector, por cierto, no tan sólo defendió esta desfachatez que afortunadamente fue juzgada y condenada públicamente por miles de ciudadanos, sino que aflojó diez mil pesos de su cartera para la “noble causa”, tan ligada seguramente a los principios y objetivos de la UdG.
¿Es el gobierno de Jalisco confiable para investigar imparcialmente e impartir justicia? Absolutamente no. ¿Por qué BT utiliza instancias estatales y qué consecuencias traerá?
Maltrechas y todo lo que padecen, las instituciones es lo único que tenemos, sin embargo, acudir a ellas para un asunto que todavía no se aclaró suficientemente en los órganos de gobierno internos pertenecientes a las áreas donde tienen lugar los acontecimientos, denota no un apego a la legalidad, sino más bien un apego al protagonismo que busca apoyos, no importa de dónde provengan o bajo qué acuerdos se establezcan, con tal de lograr un objetivo eminentemente personal. “Tengo derecho a cosechar los frutos de mi trabajo” le dijo el rector al entrevistador. O sea, desde la perspectiva de BT, los frutos que se obtienen en una arena pública son exclusivamente individuales. ¿No cosecha nada para la causa que lo mantiene ahí todavía? Menos mal que no esconde su verdadera esencia por que si no capaz que le creemos eso de que “he cumplido con creces”.
Se presagian tormentas, aguaceros que pudieron evitarse si no es porque el ego impera en el criterio. Los sempiternos que se vuelven “alguien en la vida”, de pronto pierden el equilibrio y se tornan implacables e impredecibles. Esperemos, por el bien de la universidad, que las cabezas se pongan a pensar y trabajar para superar los conflictos que enfrenta la institución y planeen cómo seguir por el mejor rumbo.
La Universidad de Guadalajara se confunde con un trampolín político y vemos las consecuencias, hasta con visitas de sujetos abominables incluidos como “invitados de honor”. Los ataques, las volteretas y vendetas no llevan a buen puerto, si se “mellan” las relaciones significa que se acaba la armonía, se pierde y después lo vamos a lamentar.
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