Como
si fuera el guion de una novela de humor político o surrealismo mágico, la
conducta disruptiva de la aspirante de la alianza formada, entre otros, por
Claudio X. González y Vicente Fox, caracterizada precisamente por la insolencia
que imprimen a sus discursos, ha sido un lastre para la verdadera oposición al
gobierno obradorista.
Los
tres pasos, seguramente recomendados y seguidos, están a punto de volver el plan
en un naufragio político sin precedentes en los últimos tiempos:
1.
El lanzamiento. En base al uso de la botarga de Barnie, el encadenamiento a la
silla del senado, y posteriormente el recorrido por la calle hasta la puerta de
Palacio Nacional, donde no consiguió entrar, se tuvo una seguidilla de actos
que resultaron suficientemente mediatizados como para elevar, a la todavía senadora,
a la categoría de favorita del grupo dominante entre los opositores para
contender en 2024 por la Presidencia de la República.
Sin
embargo, el factor sorpresa ya había sido desactivado por el propio presidente
al exhibir en la conferencia mañanera su pronóstico sobre cual persona iba a
ser elegida en el frente opuesto mencionado, de acuerdo con “información”, que
tuvo de primera mano, según dio a conocer. Por cierto, se refirió a meseros,
choferes, ayudantes u otros trabajadores cuyas actividades les facilitan cierto
contacto que les permite ver de cerca y escuchar a gente encumbrada por la
política o el dinero. Esos son “sus servicios de inteligencia”, dijo.
De
esta manera, el anuncio anticipado de la candidatura no fue explosivo, como
pensaron y mal calcularon, sino implosivo. El impacto tuvo más efecto interno
que externo, ocasionó grietas que hasta una agencia de protección civil pudiera
advertir como peligrosas; tienden a desmoronar toda la estructura. Por esta
razón hemos visto más el llanto enfurecido que el optimismo alegre.
2.
El posicionamiento. Otro fracaso. Las agencias de promoción del proyecto
Xóchitl no le advirtieron qué decir o callar, aparte de que no investigaron oportunamente
sus posibilidades de riesgo en función de las huellas tan hondas dejadas a su
paso por los cargos públicos, mismas que combinó con actividades empresariales.
En realidad, se trata de delitos que ameritan cárcel, aparte de que no alcanzan
fianza.
Para
resquebrajar más la de por sí endeble estructura, si es que había alguna para
sostener esta especie de aventura política, se le ocurre apoyarse en narrativas
inverosímiles, hasta infantiles, que nadie se pudo creer. La tormenta de memes
sobre temas relacionados con indígenas -una pésima idea por demás ofensiva que
denota ignorancia e impostura- y venta de gelatinas como base para crear
fortunas, ha sido el acabose. Por si fuera poco, el sentido estético e
identitario del huipil como prenda femenina se trastocó en una especie de
disfraz cómico, a causa del uso publicitario-político que se le ha dado digitalmente.
Otra
tecla que sonó discordante fue la del invento de la infancia empobrecida, casi
miserable, que ni para zapatos tuvo la niña que acudió descalza a una escuela a
gran distancia. Como si no hubiese redes sociales y periodistas aficionados o
profesionales que desmintieron rápidamente todo este cuento al entrevistar
directamente a vecinos de su lugar de origen.
3.
La gran inversión en el nado sincronizado mediático, que por cierto ya hundió
Fox.
En
poco menos de una semana, el expresidente Fox lanzó un par de misiles- uno por
Twitter y el otro a través de una entrevista- que en lugar de irse al lado
contrario se regresaron y cayeron en el techo del búnker donde conspiran en
contra de la 4 T.
Prácticamente
todos los opositores quedaron chamuscados con el flamazo que se precipitó desde
la boca del exmandatario, contra su propia gente. Sin que su conciencia se lo
advirtiera por estar dopada, adormecida o casi vegetativa, el caso es que
difícilmente va a flotar lo que quede del naufragio que remata este individuo.
Se
han manifestado, más lo que falta de resquemores de toda clase, por sus
argumentaciones propias de un fascismo envenenado de odio, o de una vulgaridad
infame que refleja no tan sólo una especie de desajustes emocionales y mentales
u otras condicionantes a niveles individuales que no les permitieron tanto al
promotor como a su promovida, una adecuada evolución intelectual o moral, sino
que también nos advierten de una colectividad solapada detrás de ellos que
acecha para retomar el poder a costa de lo que sea, incluso de aplastar a todo
lo que suene a democracia.
A
estas alturas del fin de semana, la elegida de la fracción de la élite debe
estar preocupada, si es que su infladísimo ego se lo permite, no de lo que
suceda en la conferencia mañanera del próximo lunes, con un presidente
sonriente que informa a su manera, aparte de los youtuberos, amlovers, y demás
influyentes comunicacionales que rechazan sus aspiraciones y a ella misma, como
funcionaria o persona, sino de las reacciones de sus propios correligionarios
que no se van a tentar el corazón para llevarla a la cárcel antes, con tal de
no darle ese gusto a la justicia que la persigue como su sombra y que puede
inclinarse esta vez por ser verdadera.
No
será la presidencia la que actúe en su contra, no hará falta ni es tampoco el
deseo del hombre justo que gobierna. Son sus antiguos colegas, compañeros,
cómplices, quienes ya han comenzado a operar para destruirla. Si no sucede un
milagro, entiéndase invertir mucho más dinero y realmente pensar, construir
socialmente, -algo que parece imposible que brote en esos grupos- en lugar de
improvisar, fanfarronear o fantasear - sus días como aspirante están contados.
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