jueves, 15 de noviembre de 2007

Que se calle el rey idiota

Por Carlos Antonio Villa Guzmán
No cabe duda que los trastornos congénitos de las familias que gustan adornar sus huecas testas con coronas, son reales. La endogamia que sufren les altera hasta llevarlos a cometer atropellos y locuras sin nombre. Se necesita estar severamente dañado de las facultades mentales, o ser muy perverso, para realizar un desplante como el que acaba de escenificar el testarudo rey de membrete español. El sujeto de marras, se encontraba en una cumbre de jefes de Estado electos y él no lo es. En todo caso encabeza uno de los resabios de un sistema que arruinó por siglos la vida de pueblos que finalmente se hicieron libres de tales tiranías. Se encontraba de visita en un continente que padeció dicho coloniaje. Eso, por lo menos debería hacerle comportar prudentemente, aún cuando se pronuncien discursos que no sean de su agrado. Sepa el rey idiota, que habemos muchos latinoamericanos que deploramos a su defendido. Alguien debería preguntarle a esta piltrafa de reyezuelo de pacotilla ¿por qué no tuvo cojones para callar al entrometido de Aznar, cuando vino a México en pleno proceso electoral y sin ningún pudor pidió votar por un candidato? Tenemos una constitución que señala claramente que los extranjeros han de abstenerse de participación política en nuestro suelo. El gobierno mexicano previsiblemente se doblegó también y estaba obligado a responder, de no haber sido cómplice. Por razones de elemental sensibilidad diplomática, Juan Carlos I. está obligado a ofrecer una disculpa al presidente de Venezuela Hugo Chávez. El resto de naciones que forman ALBA y aún aquellas que se mantienen al margen, deberían, quizá, considerar la posibilidad de hacer causa común y exigir una explicación y una disculpa de parte del gobierno español, por el error garrafal del personaje que cobijan como su rey. Por supuesto que el grito con el dedo extendido no surge del temple de un hombre, si no del hígado de un energúmeno que se sabe respaldado por grandes fortunas de empresarios de su país y otros que han exprimido al máximo los regalos que los gobernantes de aquí han entregado en bandeja de plata. Por supuesto que sabe y se hace el idiota, que Venezuela está en la mira de Washington y el delirante belicismo de la dinastía Bush puede intentar abrir otro frente en América y repetir la historia de los aliados contra Irak. Venezuela incomoda justamente porque cuenta con grandes reservas de petróleo y no tiene pensado abrir sus pozos a las potencias para que se adueñen del negocio. Al contrario, la era de Chávez aleja cada vez más toda posibilidad de subordinación a las trasnacionales y a los gobiernos que amparan al neoliberalismo. Es un revés que les duele y tratan de formar opinión en contra, a como de lugar. Sacan chamacos a la calle a manifestarse y no dejarán de hacer esfuerzos para desequilibrar al gobierno venezolano. De ahí que el borbónico haya pensado que el término de fascista, que aplicó el presidente al referirse a su ex homónimo, era una oportunidad para revirar y exhibirse como un ser superior, una autoridad que tiene mando como para hacer callar a un jefe de Estado reconocido por su pueblo y por la ONU. Vaya desatinado acto político, más bien es un resbalón que deja en ridículo y desnudo a un comparsa más de los clanes que se apoderan de los recursos mundiales. El atrabiliario monarca quizá no se ha dado cuenta que ya no son tiempos en que los de su estirpe manoteaban y despelucaban a los súbditos presidentes de audiencias, por los malos manejos de las arcas coloniales. Ahora, cuando vienen a América, se reúnen con jefes de Estados democráticos que les igualan en rango y les superan en adeptos que les eligieron. Ah, y también en inteligencia.

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