jueves, 22 de noviembre de 2007

Bien harían en cerrar

Por Carlos Antonio Villa Guzmán


Cuando me enteré que el obispo mexiquense anunció que cerrarían la catedral en respuesta a la irrupción que se presentó en el recinto, en respuesta a su vez, de un prolongado, eufórico e inoportuno, ¿provocador? “tañer de campanas”, que irrumpió el discurso que daba la senadora Rosario Ibarra de Piedra, lo primero que me pasó por la mente fue un “ojala lo hicieran y se mantuvieran hasta que se ilustre el pueblo.” Me parece que la medida nos acercaría al siglo XXI, en el que se encuentran las naciones que sí prosperan social y culturalmente. No encuentro mucha diferencia entre la clausura de este lugar o cualquier Walmart. Son, finalmente, sucursales de una enorme trasnacional. Tal es la lógica con la que opera dicha organización y ese es el estatus que sus administradores le dan, de acuerdo con las estrategias utilizadas por ellos y el estilo de vida que practican. “Por sus frutos los conoceréis”. Fiestas en fincas suntuosas, conducta licenciosa, autos, joyas y hasta zoológicos con especies exóticas, como las que se rumora que exhiben los jardines de la enorme residencia del Cardenal Sandoval Iñiguez en Tlaquepaque, Jalisco.
Conste, antes que nada, que mi opinión no va enfocada hacia la religión, no es el interés de esta reflexión, eso va muy aparte. Yo hablo de la institución como poder que se liga a cuestiones de geopolítica y otras sustancias y materias que salen completamente de sus postulados; al menos de los que aparecen inscritos en los famosos libros sagrados. Es preciso explicar el papel de este Estado cuyos intereses están y a la vez no se encuentran en este mundo. Por el momento, me avocaré superficialmente a lo que significa para el país el clero católico que opera en nuestro suelo y su mandato papal, desde una perspectiva distinta a la de los creyentes o practicantes que aprueban incondicionalmente todo lo que éste dicta y practica.

En 1960 el papa Juan XXIII encargó a todos los superiores religiosos estadounidenses y canadienses que enviaran 10% de sus fuerzas efectivas, entre sacerdotes y monjas, a América Latina en el curso de los 10 años siguientes. La mayoría de los católicos estadounidenses interpretaron esta solicitud como un llamado a modernizar a la Iglesia Latinoamericana de acuerdo con el modelo norteamericano. Había que salvar del “castrocomunismo” a un continente en el cual vive la mitad de los católicos del mundo. Illich Iván (2006) p.87. Obras completas. FCE.

De acuerdo con esta cita, la iglesia se confunde con una opción ideológica y política encarnada en el capitalismo más acendrado. Entró al juego de poder procurando estar cerca y a favor de aquellos que cuentan con mayores recursos económicos. Históricamente así ha sido: Los tres grandes movimientos sociales de México lo consignan; la Independencia, la Reforma y la Revolución de 1910.
No nos extrañe la actitud que tomó un grupo de personas que trepó al campanario de la catedral metropolitana para hacerla de Cuasimodos reaccionarios. Una fotografía que observé publicada, muestra a los que tuvieron la ocurrencia de jugar a las campanadas durante aproximadamente doce minutos, en pleno mitin. Miré que había mujeres de mediana edad, con lentes oscuros una de ellas, y jóvenes de ambos sexos, sonreían. No creo que hayan sido monaguillos con sus familias o alguien de rango semejante. No conozco tampoco los reglamentos de las catedrales, si es que tienen alguno, pero me parece que los campanarios, las sacristías u otros sitios, tienen una razón de ser específica, cuyo acceso y uso debería ser respetado por ajenos. Si las autoridades permiten que cualquiera suba y estrelle los badajos contra los bronces, simplemente por diversión o por aturdir al prójimo, quiere decir que, o bien la catedral es tierra de nadie y de todos a la vez, o hay ahí dentro quienes, en determinado momento, permiten, fomentan o al menos cooperan, para que la broza le aviente piedras al panal.
Esto último me hace pensar en la severa descomposición y despropósito que invade al clero. Imagino los cuarteles, hospitales, aeropuertos, instalaciones petroleras u otros lugares de importancia, real o simbólica, dispuestos para que alguien los preste al ocio, diversión o mala leche de cualquiera. Lo sucedido desde la catedral denota algo mucho más grave que lo que se vino de fuera; se trata de algo parecido a la anarquía o a una franca postura beligerante. Son, la una o la otra, y ambas están como para ponernos en alerta. Si estoy equivocado en mi apreciación, bueno, al menos no pasa nada, un error de mi lente individual que puedo corregir. Si mi percepción es correcta, mejor que cierren.

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