jueves, 20 de noviembre de 2008

Carta a Emilio Azcárraga Jean

Emilio:

La fortuna puso en tus manos una de las empresas de medios de comunicación más grandes del mundo. Construida, en parte, gracias a las inconsistencias y fallas del sistema político mexicano y al auge de la era de las comunicaciones. Una industria privada, influyente, monopolista, que ha penetrado en los imaginarios de la colectividad por más de medio siglo. Cargada de ideología, trabaja políticamente a favor de sus intereses lo mismo en los lobbies como a través de la pantalla. Es un poder más en México que rebasa con mucho a otros más pertinentes y benéficos para a sociedad.
Estas son solamente opiniones personales que enriquezco con otras que escucho de la gente o leo en los textos que publican reflexiones sobre tu televisora. Abundan en crítica y no pretendo con esta misiva abonar más en este sentido. Supongo que entre tus asesores hay alguno que pueda ser honestamente autocrítico.
Lo que me motiva a escribir es otra cosa: hoy recibí de manera personal y directa, la queja de un padre que tiene un hijo con diferencias físicas y fue utilizado y engañado por el nefasto Teletón. Me platica que condicionaban la atención médica de su hijo a que fuera la familia a recetarse los espectáculos de Chabelo y Tatiana. “Si no asistía le quitaban su lugar”. Esto me lo dijo muy indignado y dispuesto a ratificar su amarga experiencia del pasado. Para prevenir a otras posibles víctimas.
Pobre gente. A tu consorcio no le parece suficiente cosechar fortunas gracias al pueblo que se mantiene cautivo de tu mercancía. Has vendido su atención a la pantalla a precios exorbitantes y ahora también tus empleados dieron con una idea que lucra con el sufrimiento de los más pobres. Esto es inadmisible.
Ya es hora de que seas consciente del daño que Televisa hace a los mexicanos. No tan sólo son capaces tus vicepresidentes y locutores de sabotear procesos que intentan ser democráticos y encubren políticos corruptos para presentarlos como una más de sus estrellas, sino que tu empresa se asume como instancia de “asistencia social”, tarea que el inútil Estado mexicano ha abandonado, con la idea de allegarse más recursos de la gente que todavía cree en las bondades de un proyecto eminentemente mercantil. ¿No siente algo tu consciencia al utilizar en tu provecho las razones de la naturaleza que causan infortunio a niños y padres?
Las elites del país frívolamente pretenden paliar con dádivas lo que su sistema de privilegios ha corroído de los sectores más paupérrimos. La mano que realmente se tiende en auxilio del prójimo, no necesita reflectores, cámaras y parafernalia de actrices. El bien es anónimo, discreto y cargado de amor.
Qué tristeza sentí por el humilde padre engañado por este tinglado tan parecido al delincuencial redondeo, donde los comerciantes esquilman millones.
Lo que hace tu empresa disfrazado de beneficio, es en realidad una pantomima para atraer capital a costa de vender el drama humano que padecen tantos diariamente. Emilio Azcárraga, ya basta.

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