Izquierda o derecha, constituyen conceptos clave en la convivencialidad contemporánea o de cualquier época.
Evidentemente se trata de ideas intrínsecamente ligadas a la lucha por la supervivencia en la que se desenvuelven los seres vivos, junto con el ser humano.
En el lenguaje se articulan estos dos términos con otros elementos discursivos o representaciones de carácter simbólico, mismos que diferencian a los que poseen de los que no poseen aquello que es objetiva o subjetivamente necesario para el desarrollo de la vida, independientemente de las distintas formas en que se pueda entender qué es, en el sentido estricto, lo indispensable o básico para garantizar la permanencia en el plano material que llamamos existencia dentro del mundo físico; tridimensional, palpable, con sus leyes y derroteros: el devenir histórico y geográfico de la humanidad.
La forma verbal de manifestar ideas que confieren o reflejan un sitio en la estructura social, puede interpretarse como la manera de pensar en uno u otro sentido. En este tenor podemos afirmar que se reconocen en el habla, además del lenguaje simbólico de la imagen física, los que están en uno u otro ámbito de esta abstracción que se manifiesta en la realidad.
Por la izquierda van los desposeídos, que en teoría contemplan al que tiene como el enemigo o antítesis de sí mismos; aquel que arrebata, se anticipa, acumula, posee, en detrimento de otros que no logran o se proponen tener. Los que nacieron con poco o casi nada.
Algunos autores ubican los conceptos de izquierda en referencia a los que no tienen y por tanto son oprimidos o explotados y los de derecha, es decir, los que poseen, inclusive hasta sobradamente, en las postrimerías de la ilustración y posterior Revolución Francesa, con la consecuente creación de los parlamentos representativos. Otra referencia histórica traslada los conceptos de izquierda y derecha, hasta la antigua Roma, la que, transformada en reino, república y finalmente en imperio, dividió la representatividad civil en bandos que se instalaban en distintos puntos del recinto del Senado (grupo senil).
En la parte izquierda estaban situados los plebeyos o populares, en tanto que los asientos de la derecha constituían los sitios donde descansaban los optimates o patricios, a la hora de discutir o debatir los asuntos de la República, o de la sociedad.
De esta manera se hallaban presentes la nobleza, junto con los ciudadanos que gozaban de privilegios materiales, en una parte designada desde tiempos arcaicos, y en otra, los campesinos y demás gente perteneciente a las clases populares o plebeyos, es decir, la plebe.
Independientemente de las subjetividades que subyacen o comprenden estas asociaciones de ideas, se marca con ello, por así decirlo, el curso de la vida de cada quien, desde que se acuñaron las palabras que definen ideológicamente los modos de pensar o maneras de comportamiento y costumbres, en términos de ocupar espacios en la colectividad o sociedad.
Quién por su forma de expresión o apariencia es catalogado como de izquierda, es porque se le percibe como alguien que, identitaria, o ideológicamente se encuentra del lado de las masas obreras, campesinas o proletarias, como les llamó Carlos Marx. Este segmento manifiesta que la colectividad es en principio una igualdad que no tiene por qué obedecer a patrones piramidales de control, sino que debiera comportarse como horizontalidad que pone al alcance de todos los sujetos aquello que permite ser y estar dignamente. En cambio, a los que proponen como base de sus ideas el logro individual o colectivo, como producto de la fuerza, imaginación, destreza, etcétera, independientemente de que otros se priven de ello, inclusive por encima de ellos, como fundamento de una permanente lucha por la superioridad, se les reconoce como miembros de la derecha.
Suena todo esto demasiado simplista, sin embargo es así como funciona en algún sentido el imaginario social.
En el habla se reconoce al individuo según la tendencia o identificación ideológica. La mayoría de los problemas sociales de ayer y hoy derivan de estos apartados.
Los pobres, entendido el término como calidad o estatus de los que carecen de bienes materiales, condición que a su vez se trasforma en carencia de beneficios espirituales o bases morales, aunque no sea esto necesariamente una constante, constituyen agrupamientos humanos permanentemente en conflicto opositor a las áreas e influencia de los que dominan con los recursos que otorga el poder, material y sistemáticamente ejercido.
Las pirámides societales se basaron en ello: Las bases conformadas de clases de trabajadores artesanales o ligados a labores de la producción, confección y reproducción de bienes traducidos en mercancías, soportan el peso, se oprimen literalmente, ante la estructura dominada por los que ejercen el dominio desde los escaños superiores.
La naturaleza igualmente comprende estas jerarquías, inclusive en individuos de la misma colectividad, es decir, la conocida ley del más fuerte.
Miles de años y múltiples formas de convivencia colectiva han servido para atenuar estos contrastes, amortiguando los choques existenciales a base de la ciencia del derecho y las constituciones políticas que norman y rigen la socialización dentro y fuera de los pueblos. Sin embargo, llega a decepcionar la forma en que prevalecen las pugnas entre desposeídos y poseedores. Izquierdas y derechas, según la explicación conceptual anteriormente vertida.´
Los campos humanos, divididos en razas, naciones, organizaciones o cualquier forma de agrupación colectiva, se disputan espacios y recursos tal como se hacía primitivamente. Las formas han cambiado, desde luego, pero el fondo permanece igual, a pesar de tantas lecciones.
Los esfuerzos encaminados a conciliar ambas corrientes han sido variados y abundantes. Las guerras civiles por norma general conllevan esta dinámica que consiste en reequilibrar las fuerzas o reparto de bienes. Se basan en la búsqueda de equidad en cuanto a la posesión de recursos y en el sitio que a cada individuo corresponde en la comunidad.
Igualdad, fraternidad, libertad, han sido frases articuladoras de los discursos retomados por quienes emprenden tales empresas humanas.
La política es en esencia la búsqueda de acuerdos que posibilitan tales equilibrios. Tan es así que puede entenderse esta faceta de los individuos como un arte o una ciencia, dependiendo del enfoque filosófico con que se aprecie.
La sociedad actual tiene en los medios de comunicación una herramienta fundamental en los debates ideológicos. No se conciben las dinámicas de promoción política conocidas como campañas que buscan persuadir de ideas a los receptores, sin la multiplicación y alcance de los mensajes, o sea, la mediación que hace posible lograr llegar a un mayor número de receptores considerados como adeptos potenciales a la causa o línea del orden de ideas.
La evolución de los medios de comunicación va aparejada con las formas de convencimiento utilizadas a lo largo de la historia. Desde la coacción hasta la democracia como último y eficaz argumento al que debemos el hecho de prevalecer hasta nuestros días como especie o género.
El que posee o controla los medios de comunicación determina casi la totalidad del acomodo de fuerzas, gracias al poder persuasivo que les caracteriza en virtud de las dinámicas de repetición o sobre representación, acompañadas de múltiples recursos como la imagen, los símbolos u otros que posibilitan reacciones a favor de los propósitos de quienes los emiten. Todo ello basado en imaginarios que han sido estudiados y analizados para comprender y hasta donde sea posible manejar o administrar las reacciones de los sujetos que los reciben.
De acuerdo con autores como Sartori, los mensajes teledirigidos constituyen un poder difícilmente renunciable en la configuración de las sociedades contemporáneas, tan dependientes de los medios de comunicación, sobre todo de la televisión, considerada el medio por excelencia. Homo videns, llama este investigador al sujeto actual que se nutre e interactúa con la televisión, quedándose con la sustancia de lo que transmite el medio en cuanto a información que finalmente incide en sus ideas y comportamiento.
No es tan exagerado quizá afirmar que las masas son teledirigidas por el poder mediático. De ahí el interés político por el dominio de los medios de comunicación.
Los medios de comunicación: ¿en la izquierda o en la derecha?
Si, como vimos al principio, los poseedores de bienes o recursos por medio del poder mantienen la hegemonía sobre los bienes materiales, hoy entendidos como bienes de capital, tienen a su vez el control de los medios de comunicación, no es duda que tal dominio constituye una de las piezas fundamentales para conservar el status quo. Bajo esta premisa, los que tienen poder controlan a su vez los medios de comunicación, entendidos como armas ideológicas más que como alcances tecnológicos que permiten o propician igualdades sociales o culturales.
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