martes, 21 de julio de 2009

La batalla próxima será entre las huestes del PRI y AMLO

Con el PAN prácticamente fuera de la competencia por la presidencia en 2012, a menos que FC deje de insistir en controlar el partido y alcancen a componer algún escenario que pudiera recobrar confianza, aunque se vea esto prácticamente imposible en el breve tiempo que les queda, la lucha más significativa en la que se van a enfrascar los contingentes políticos a medida en que se den los tiempos, será entre Andrés Manuel López Obrador y su futuro retador: el PRI.
Si Televisa impone a su cachorro de telenovela, será pan comido para las huestes del tabasqueño llegar por fin a los Pinos. ¿Caerá el tricolor en el error de dejarse llevar por el canto de las sirenas mediáticas? Sería una oportunidad invaluable para quienes estarán con AMLO, sea cual fuere el partido o filiación política donde pertenezcan en dos años más.
La crisis, que ya algunos analistas comparan con la gran depresión de 1929, se encargará de desmoronar lo que queda de confianza en las propuestas neoliberales. ¿Con qué le van a salir a la gente para allegársela? ¿Cuál empleo? ¿Qué bienestar? Los ofrecimientos para desactivar la bomba, si es que no nos estalla antes, estarán orientados hacia causas populares. “Por el bien de todos primero los pobres”. Era el eslogan que se hizo tan famoso y no menos cierto en significado.
El PRI, que durante veinte años practicó la recalcitrante política del neoliberalismo económico, con un elevado desprecio por las causas populares, no tendrá más salida que mimetizarse en un partido de izquierda moderada social y democrática.
Ya veo a Beatriz Paredes con su elocuencia a modo de epifanía, para encender los ánimos del pueblo oprimido que no ha tenido un buen guía, como aparentaba serlo quien finalmente se quedó con un puñado de seguidores. Eso dirá tan sólo al comprobar la mínima resurrección del peje.
El PRI tratará de demostrar que es más de izquierda que todas las izquierdas que pululan dispersas con y sin partidos. Hablará de todo lo que ha hablado y casi nunca cumplió: justicia social, seguridad, bienestar, apoyo al campo, a la clase trabajadora. Todo lo popular se pondrá de moda, pero, a nivel discursivo solamente, porque del dicho al hecho hay un gasto corriente que se lleva el presupuesto.
Los próximos tres años en la cámara, el tricolor los dedicará a sembrar literalmente en el campo fértil de los pobres que es la mayor parcela del país. Habrá ilusionismo y prestidigitación a nivel congresista con tal de fomentar la empatía necesaria para recuperar el poder ejecutivo.
Mientras tanto, Andrés Manuel continuará con la misma estrategia que lo mantiene un día sí y otro también, apareciendo en los medios con sus señalamientos verbales, que no se apartan de la realidad y causan estragos en las filas adversarias.
No era necesaria clarividencia alguna para pronosticar el derrumbe del calderonato, el espuriato, como le llamaba a esta negra etapa el desaparecido amigo José Zamarripa. El presidente “haiga sido como haiga sido”, enfrascado en una guerra externa contra poderes fácticos invisibles y otra interna entre correligionarios partidistas, acabará seguramente en una ínsula política cada día más extinguida o aventará la toalla.
Lo más probable es que el reagrupamiento que marca distancia del pan calderónico, incluido el clero, busque pactar con el creciente poder priista, con el mismo objetivo que lo hicieran en su momento los del PRI cuando el PAN se mostraba como la fuerza capaz de ganar las elecciones federales y se aprestaba a gobernar. Todo con tal de evitar la llegada de un político auténtico, que efectivamente pusiera en orden y legalidad al país, aunque tuviera que llevar a unos cuantos a la cárcel, entre ellos al jefe del clan Salinas, uno de los artífices mayores del desastre cuya urdimbre comienza desde que fuera titular de la SPP, en el estigmático sexenio de Miguel de la Madrid.
¿Podrán las fuerzas de los privilegiados capitalistas nacionales y trasnacionales, sumadas con los políticos de derecha coaligados, al margen de sus colores partidistas, como lo hicieron en 2006, detener una vez más la intensión de López Obrador y sus seguidores de gobernar el país?
Si esto sucediera de nuevo, lo que sigue sí será una hecatombe social.

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