sábado, 19 de enero de 2008

Aguas turbulentas o remanso sexenal

Ayer envié una opinión sobre el movimiento de piezas del gabinete calderonista y me faltó decir algunas cosas. Veo que todavía es un tema del que se ocupan varios colegas porque tiene más trascendencia de la que se observa a simple vista. Sin embargo, difiero de algunas opiniones que pronostican tormentas debido al relevo en la secretaría de gobernación.
Comenté que la falta de escenarios de choque mayúsculos por parte de grupos de ciudadanos que han manifestado diversas formas de rechazo e inconformidades, es lo que principalmente motivó la salida de Ramírez Acuña, ahora sustituido por un personaje que está levantando marejadas a unas horas de su nombramiento debido al manto oscuro que lo envuelve.
En política a veces sin golpear se pega más fuerte y en este ajedrez otra de las partes lastimadas con el cambio en Bucareli es el grupo lopezobradorista. Lo curioso del asunto es que muchos seguidores de Andrés Manuel se han manifestado en lugares visibles para festejar la salida de FRA sin percibir la señal de que si ya prescindió el gobierno federal de los servicios de quien se llevó el trofeo (con medallas incluidas para los policías del “operativo” represor del 28 de mayo del 2004 en Guadalajara) de gobernantes de mano dura, es porque ya la disidencia o resistencia civil no le significa mayor amenaza.
¡Aguas! Aquí es donde se encuentra el punto fino porque tal vez ya se transparentó toda la fuerza, capacidad de organización, movilización y también de división y hasta dimisión de lo que fueran aquellas mareas humanas y clamores que trataron de frenar el abuso de los poderes unidos.
Irónicamente y para su mala suerte, el ex ministro no tuvo oportunidad de mostrar lo que mejor sabe hacer, con el músculo que le distingue y ganar así las simpatías y sobretodo hacerse indispensable para un grupo que intentara gobernar bajo la zozobra que significa estar amenazado por las huestes de uno de los líderes más carismáticos, informados y hábiles de los años recientes.
El panorama seguramente preocupa a los dirigentes de las distintas corrientes y al mismo López Obrador. Mouriño tiene mucho menos margen de maniobra para actuar en contra de mexicanos por todo lo que precipitaría en contra: una reacción xenófoba según lo que apuntan con mayor énfasis las críticas hacia su carácter de “extranjero naturalizado”. Lo cual quiere decir que no es el demonio represor de movimientos y líderes sociales que están construyendo las plumas si no otra cosa distinta; un empresario más metido en la política para acrecentar su fortuna en un contexto literalmente blindado y favorecido por los vientos neoliberales donde la debilidad o el control de los grupos opositores garantiza en buena medida la marcha de los negocios.
Esto significa que la clase en el poder ve aguas tranquilas o en su defecto tiene confianza en los elementos que puedan tranquilizarlas. Además, al parecer las aguas se serenan por sí mismas debido a distintas causas y también diferentes causes por donde se ha ido la corriente, otrora torrencial y atronadora.
El gabinete se siente a salvo en una orbita estacionaria desde donde puede operar más tranquilamente sus negocios que ya no asuntos propiamente de un Estado democrático. Durante cinco tranquilos años les espera todo un remanso de oportunidades. Se ven sus integrantes arribando a una fase mucho más tersa que el panorama que anunciaban los cielos encapotados que provocaron al unísono los millones de renegados que prometían cobrarse el triunfo y con ello hacer el cambio auténticamente democrático. Esto es lo que sucede ahora y falta ver qué tanto resisten las radiaciones externas que no obstante ser favorables, en altas dosis pueden desequilibrar y acabar con todo lo planeado.
Por su parte lo que se conserva de unidad en contra de la avalancha neoliberal y sistémica, debe disponer otra genialidad o varias de las que de vez en cuando saca de su arcón, para soñar, pensar, y finalmente construir el indispensable contrapeso y regreso al desarrollo, de lo contrario pasará lo mismo de siempre: nada.

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