martes, 19 de octubre de 2010

Sueño aborigen

En la mansión, aterido, inerme, han de cortar las alas de mi razón
Con el bisturí cercenarán la estatura de bronce de mis antepasados
Sus alas de piedra, la piel de sol que guarda la noche
Una impronta de angustia en cada pie descalzo

Encaminados a su extinción les arrojan a la vorágine de selvas de acero
Confundidos en la soledad de las muchedumbres sueltas como ecos de
Insectos que se agolpan en lámparas donde creen ver el día

Leímos la inmortalidad en su frente amplia como horizonte
En su mirar desprotegido, limpio, acaso ya sin llamas
Sin una gota de fuego o líneas de aire que dibujan sombras
Ni un despertar que les devolviera del sueño a su conciencia
Indómita, a sus reverencias sagradas y bienaventuradas fatigas

Quedaron presos del penoso hito taciturno vuelto cauce de
Río teñido que atraviesa las estampas fugaces de la calle
En remolinos volteando de cabeza las estatuas de los próceres
Asesinos venerados como héroes mártires saludables y píos

Qué trepidante edad la que les vio nacer para llevarlos en su muerte
Encadenados a la civilización agonizante en rituales de alquimista
Suerte de espíritus malvados que odian por costumbre

Aborígenes sueños de estampa floreciente mutilada al margen del
Sino que los descubrió para sangrarles por siglos, imperiosamente
Surtir lascivas coronas de reinos degenerados, hambrientos, casi ciegos
Con el oro inmundo que manosearon sus torpes manos

Humillantes hierros ataron a los surcos y túneles subterráneos sus broncíneos cuerpos
En laberínticas e inagotables jornadas que les exprimió la sangre y el
Sudor, agriamente, tenazmente, infatigablemente, hasta morirlos en carne y alma
Y dejarles invisibles como el cadáver del ave junto a su plumaje
¡Ay! Por la estampida de sueños que volaron al compás de la criminal derrota
Durante cinco siglos que no cesan de reír burlescos por esos ánimos vencidos
Aunque finjan revindicarles, ¡es mentira! o una impostura cruel más que
Amarga. Una sediciosa conjura para dar lustre a la rotunda y
Desvencijada chatarra de escrúpulos carcomidos a fuerza de discursos, palabras sueltas
Notas de aire lanzadas al sombrío desierto de la infamia
Veo en la morada pasmosa de esos ojos que se quedaron fijos en la nada
Una prisión de amores rotos y cristales esparcidos a los cuatro confines
Donde rozan la tierra los fantasmas de mis hermanos, tus hermanos,
Muertos por las huestes que irradiaron zozobra para saciar las
Retorcidas causas que mandó el infierno

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