En la historia del siglo XX mexicano podemos señalar un momento, hacia finales de la centuria, cuando el discurso y las prácticas del sistema político se definieron sin reservas por el neoliberalismo a ultranza, lo cual significó, entre otras consecuencias, que México quedara económica y políticamente aún más ceñido al destino y la voluntad del eje de Estados Unidos.
Esta etapa representa el viraje que forzó al Estado para que abandonara abruptamente la dirección de una amplia gama de empresas que participaban de la economía distribuida en los distintos sectores productivos: desde la minería al comercio, pasando por industria marítima, pesquera, siderúrgica, producción, almacenamiento y distribución de alimentos, transportación en todas sus modalidades, banca fiduciaria y de servicios, comunicaciones, entre muchos otros giros que llegaron a sumar más de dos mil organismos que formaban las llamadas paraestatales.
En lugar de salvarlas de los elevados índices de corrupción que a muchas de ellas hacía volverse costosos lastres o simplemente mantenerse a flote o a favor de sus ocupantes en turno, los sucesivos gobernantes a partir de Miguel de la Madrid decidieron venderlas muy por debajo de su valor real, después de someterlas a un proceso de inanición que no tenía otro fin que justificar la operación que las dejó en manos de quienes, hasta la fecha, acumulan fortunas que contrastan con la exagerada pobreza en que se encuentra sumida más de la mitad de los habitantes que tiene el país.
Las empresas del gobierno eran señaladas y exhibidas desde las cúpulas del poder como ineficientes, males necesarios que compraban cierta paz social por medio de generar miles de empleos, muchas veces injustificados, que engrosaron la burocracia. Ahí se daba lugar lo mismo a liderzuelos o “agitadores”, que a recomendados que llegaban a conformar un tropel de ayudantes que manejaban las campañas -con todo y elecciones- prácticamente en todos los estados de la Federación.
Además de servir para el montaje electivo gracias a su indispensable dotación de recursos, las direcciones y altos puestos gerenciales de dichas empresas gubernamentales, constituían premios o pagos de favores políticos. Aún así, muchas de ellas operaban con utilidades, independientemente de sus cualidades estratégicas como lo es el renglón alimentario o el ferrocarril, dos importantes instituciones que daban la posibilidad de que millones de mexicanos de las comunidades más aisladas tuvieran alimentos a bajo costo, gracias a la Coordinadora Nacional de Subsistencias populares (CONASUPO) y acceso a un transporte seguro y económico por medio de la red ferroviaria que ahora solamente se utiliza para carga, siendo propiedad de estadounidenses que a su vez son empleadores o socios del ex presidente Ernesto Zedillo, en cuyo período se dio dicha operación.
¿Qué hizo cambiar las decisiones que dieron lugar a que el Estado prácticamente se volviera una especie de socio promotor de los capitales externos de cualquier origen, inclusive los no muy claros? ¿Por qué desechó la intervención en la economía a través de las empresas nacionales, cuál fue la intención o el motivo que llevó a retirar los créditos y subsidios al trabajo agrícola u otros indispensables para la subsistencia y el desarrollo de las sociedades rurales y urbanas, como lo son el transporte de personas y mercancías?
¿Fueron causadas por la presión proveniente de los organismos financieros internacionales como el FMI o el Banco Mundial, con la cual tejieron sus propias redes los gobernantes, empresarios y políticos mexicanos?
¿Cómo se dieron estas ordenanzas, bajo qué condiciones y quiénes estuvieron dentro de de los acuerdos transaccionales que pusieron el acento a lo que se ha vivido económicamente durante casi tres décadas? ¿Equivocaron los presidentes junto con quienes les sostienen y promueven, la política económica de acuerdo a lo que ocurre con el clima social de crisis que se vive actualmente en México, mismo que se agudiza por la situación financiera mundial? ¿Fuimos y somos víctimas de la política económica únicamente o hay otros factores que determinan lo que ya se nombra como Estado fallido?
¿Qué papel juegan los poderes fácticos en la presente tensión social?
Los estados que se fortalecen en Latinoamérica como lo es Brasil o Venezuela, no son algo que deje tranquilos a quienes dirigen desde Washington y Wall Street, al contrario, la historia guarda los ejemplos suficientes para comprender que EU no ha escatimado recursos económicos, militares y hasta terroristas, contra todo aquello que obstaculice sus intereses. La organización y desarrollo de estos pueblos limita la hegemonía sobre ellos y por tanto se ejercerá presión toda vez que contengan recursos estratégicos y sean capaces de ejercer su auto determinismo.
En el caso mexicano, hacia finales del siglo veinte fueron liquidados prácticamente todos los núcleos de insurrección en contra del sistema, dejando a sus líderes dispersos, acotados o eliminados. La presidencia de la república dictaminó en hechos que el país fuese un modelo de libre mercado, estableciendo tratados comerciales en los cinco continentes, aunque en realidad sea el TLC el que absorbe la mayor parte de los movimientos de la balanza comercial.
Solamente el movimiento del EZLN surge en estos tiempos, correspondiéndole a su gente vivir las penurias de la presencia del ejército en la zona de las comunidades indígenas que sirvieron de base social. Las fuerzas zapatistas menguadas, sometidas al desgaste mediático, incluido su célebre líder, ya no figuran como al principio, después de catorce años, en el mapa político, mucho menos en la correlación de fuerzas que llevan a cabo el ejercicio del poder donde jamás han participado más allá del discurso, las minorías.
Acerca del EPR, otro de los movimientos armados que se forman en los años recientes, se sabe muy poco, inclusive persisten dudas de su autenticidad como organismo beligerante en contra del sistema.
El camino fue allanado para el ejercicio potencializado del libre mercado global y con ello se atrajo a las trasnacionales con sus modelos de operación y contratación bastante lejanos de cualquier política laboral, industrial o comercial, equitativa. Estos aparatos capaces de doblegar cualquier marco legal gracias a sus enormes fortunas, no han sido la solución, toda vez que se mueven y despachan como entes autónomas que nadie es capaz de frenar. Cambian de sitio sus instalaciones con la misma soltura con la que trasladan las utilidades e inversiones.
A estas dinámicas especulativas y altamente antinacionalistas le apostaron los sucesivos gobiernos de México. ¿Por qué?
Vale la pena preguntar e investigar las razones por las cuales los grupos de poder en México asumen como el camino correcto lo que tanto ha minado la economía de las mayorías, causando además un irreversible deterioro ambiental.
Entre las posibles causas, podemos hallar que de alguna forma estos grupos de interés hacen colaboracionismo con EU porque esto les facilita gobernar en su propio país, gracias a la ayuda logística como lo son servicios de inteligencia, tener acceso a la llave de los créditos u otros que les hacen posible mantener el control.
Por su parte las fuerzas armadas desde hace tiempo trabajan conjuntamente con las de EU, por lo que los altos mandos mantienen lazos estrechos ideológicos, al haber los connacionales recibido instrucción y entrenamiento en las academias militares del norte. Los que no, seguramente han sido investigados y dependiendo el rango, se les toma en cuenta para ser vigilados y en consecuencia ubicados en las distintas plazas militares.
Desde la Guerra Cristera el ejército mexicano no ha participado en ninguna lucha ideológica. Poco se sabe de su postura respecto a la actual crisis del Estado, más allá de ciertas declaraciones a través de la SEDENA, donde se manifiesta la posibilidad de la inviabilidad del actual régimen y sus instituciones. Es un asunto bastante delicado, por cierto.
Además del estrecho margen de maniobra y presupuesto que lo agobia, aunado a la falta de modernización en todo sentido, el ejército mexicano se haya fuertemente desacreditado ante la opinión pública mundial por sus niveles de permeabilidad ante el crimen organizado: poder fáctico que avanza de manera siniestra sin que se halle a la vista qué pueda contra restarlo, de no ser nuevamente un acto de intervención proveniente del exterior.
Sean lo que fuere, las fuerzas que dirigen desde hace décadas a la sociedad mexicana la han acercado demasiado al peligro, por tanto es bueno saber de qué se trata. Exponer de una buena vez en medio de la mesa las distintas manos y puños cerrados que acometen sus propias partidas para llevarse todas las ganancias posibles.
Se trata obviamente de grupos cuyas cabezas visibles han pasado por la presidencia de la república unos, en cambio otros se manejan subterráneamente y muchas veces sirven de puente entre las mafias, ahora conocidas como cárteles, los banqueros e inversionistas que son piezas fundamentales de la industria del lavado de fortunas que se traducen en formidables centros vacacionales, casinos, aerolíneas y dicen que hasta universidades particulares. Es factible y creíble. Vaya, hasta la iglesia vaticana ha sido cuestionada en ese sentido.
El capital producto del narcotráfico y demás delitos de los grupos criminales es asimilado por el sistema económico y político que lo pone a circular para convertirlo, junto con otros ingresos, en estadísticas de crecimiento y desarrollo. ¿Cómo pues los van a erradicar?
La lucha sobre representada y sobre todo discursiva, es evidentemente una estratagema que igual sirve para mantener en funcionamiento los actuales dispositivos del control social, financiero y político, para dar garantías a la marcha de los negocios que se manejan desde los centros financieros de E.U, mancomunados con los capitalistas mexicanos ya bastante contaminados por los poderes fácticos y muy próximos a la ingobernabilidad o crisis sistémica que pudiera comenzar con estallidos seriados. ¿Qué nos gobierna? Una red de intereses externos e internos, cada día más imbricados, que crean fuerte tensión entre sí, cuyas secuelas repercusivas nos mantienen en vilo.
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