Difícilmente se puede imaginar de qué manera pudiera el gobierno de Calderón continuar hasta el dos mil once.
Las expresiones cada vez más destempladas y discordantes entre los miembros del gabinete, comenzando por su jefe, prefiguran un naufragio de lo que no debió ser: Un gobierno en desgracia que desgraciadamente se posicionó de la conducción política del país y que penosamente busca acallar las voces que lo señalan como fracaso.
La presidencia de la República fue un préstamo que hicieron algunos malhechores que se encaramaron al PRI gracias al apoyo financiero de Wall Street, para dar a sus históricos oponentes el gusto de gobernar durante una tregua que se concedió para la sociedad hastiada de la mafia tricolor.
Funcionó la estratagema: un sexenio y un tercio de panismo colmaron la paciencia del electorado que ya se muestra ansioso por devolver la silla a sus antiguos verdugos. Una vez reducido el otrora deslumbrante PRD a escombros repartidos en grupúsculos que se disipan por el territorio nacional, el plato fuerte de 2009 queda para las huestes PRI-PAN, y el resto para PT y Convergencia, donde López Obrador pone el oxígeno.
No solamente el ciudadano potencialmente elector está más que enfadado y decepcionado, asustado o quizá angustiado por lo que se vive, sino que los mismos peces gordos financieros que aportaron cantidades ocultas de dinero para imponer a su presidente, ya le mueven el piso.
No se diga en el extranjero, máxime con el arribo de Obama y Cia, cuyos elementos desde ya comienzan los amagos previos al correctivo militarizado que vendrá literalmente a desyerbar el patio trasero, donde la maleza nociva ya avienta frutas podridas al otro lado.
Cuánto falta para que los soldados yanquis patrullen por nuestras ciudades y carreteras, para ver sus buques frente a nuestras playas y escuchemos el estruendo de los supersónicos rasantes sobre las casas, no mucho, de acuerdo a la espiral de los acontecimientos que implican violencia y descontrol gubernamental a causa de la corrupción que paraliza las fuerzas del Estado.
Cualquier día de estos Calderón puede ser llevado secretamente con su familia a un lugar desconocido y resguardado, en tanto que se forma una junta de gobierno transitorio integrada por la milicia mexicana entrenada en West Point u otros sitios semejantes, ideológicamente pronorteamericana, las afanadas cúpulas del clero, los adinerados empresarios-políticos, entre ellos los concesionarios de los medios de comunicación y por supuesto la parte ligth de la izquierda encarnada en el bloque llamado de los chuchos.
Este grupo de notables blindados por USA ARMY, puede llevar a cabo la tarea de continuar el ciclo sin que los violentos asomen la cabeza o de plano se la pasen a salto de mata, en franca huída o auto destierro. De que los alinearán no hay duda, quizá hasta se lleven por delante varios o los desactiven, pero el negocio continuará sólo que en adelante reportará los dividendos en otra parte más al norte.
La intervención militar, por cierto muy semejante a la de Panamá en 1989, llevará un nombre parecido a “Operación mano amiga” o alguna ocurrencia de ese estilo, para persuadir a la gente de que se hace un favor a la sociedad con la presencia de los soldados que vienen a “liberarnos de tanto mal”. La iglesia será una promotora y justificadora infatigable, que exortará en cada culto el agradecimiento que hemos de tener a esos vecinos generosos que nos salvan de las perversidades de los narcotraficantes.
De pasada los ocupantes asegurarán pozos petroleros que los abastecen, allanarán lugares donde imaginen enemigos, vigilarán el curso de los procesos políticos con el pretexto de cuidar infiltración de los maldosos, controlarán la Internet y otros medios de comunicación, para evitar la formación de redes de protesta u otros grupos que serán etiquetados de subversivos y por tanto reprimidos. Recuperarán el control del Istmo de Tehuantepec, tan rico en uranio, tan estrecho en su conexión entre océanos, tan ventoso como para producir electricidad, tan cercano a Cuba, Venezuela y Ecuador que ahora trazan su propio destino.
México puede así terminar fraccionado, dividido en zonas geopolíticas, desarticulado ante la inviabilidad del gobierno federal.
Vaya celebración de 2010, con razón la quiere encabezar la iglesia.
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