Transcurrieron los nueve días de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, por lo que cabe hacer algunos comentarios después de veintidós ediciones.
Comenzó en 1987, como lo que es: una feria de libros con la presencia de editoriales y profesionales relacionados con este objeto imprescindible de la memoria humana. Al paso del tiempo, la feria de Guadalajara es probablemente el lugar que más personas reúne en el mundo con el pretexto de los textos. Además, confiere a sus organizadores la categoría de anfitriones de personalidades relevantes en diferentes campos. Ellos se codean con luminarias de ámbitos políticos, artísticos, intelectuales, periodísticos, entre otros. Sus relaciones cada día aumentan en importancia y número, siendo la feria un destino de convergencia editorial de unas cuarenta naciones del orbe.
Feria del libro, fiesta cultural o encuentro global.
El fenómeno cultural y comercial que cada año tiene lugar en la segunda ciudad más importante de México, es en realidad varias cosas a la vez, por lo que reúne verdaderos contingentes de visitantes de la más variada condición en cuanto a edades, ocupaciones y perfil sociocultural.
Se ven, en sus treinta mil metros cuadrados, lo mismo ejecutivos de las grandes firmas editoriales que artistas del momento o glorias pasadas. Los autores de libros se confunden con la gente que los hojea y compra. Surgen de pronto personalidades acompañadas de séquitos de admiradores y hasta guardaespaldas, no se diga los políticos que gustan tanto de llamar la atención cual estrellas de la Tv o el cine. Los ríos humanos que recorren los pasillos, de pronto reciben la corriente de la muchachada que acude en busca de una nota de calificación o un rato de relajo, más allá de lo que contengan esos objetos que siempre le han sido tan distantes o ajenos. En medio del barullo y las aglomeraciones, no falta la pareja joven que circula con todo y la carriola del bebé, junto con alguna de las suegras. La Fil es también familiar en el sentido consanguíneo del término.
Es repetitiva en cuanto al formato que comienza, como toda fiesta, con un acto inaugural después del cual sigue, en cada edición, la entrega del premio Fil de Literatura que antes se llamó Juan Rulfo, (por lo que el autor jalisciense fue mucho más conocido y leído. Cosa que extrañamente molestó a la familia que registró como marca el nombre que no pudo registrar en más libros, en fin, la parentela del escritor promovió con todo y juicio, exclusivamente el legal, la retirada del ilustre nombre, para guardarlo probablemente en el arcón de los recuerdos bajo el manto de polvo del olvido). A continuación se corta el listón y el tumulto inunda los pasillos en cuestión de minutos, después de dar paso a una comitiva de ilustres que hacen el recorrido inaugural, rodeados de reporteros que disparan incesantemente sus cámaras.
Fuera del nombre del autor premiado, quien generalmente y para fortuna de las letras contemporáneas, es desconocido, por tanto poco leído por la mayoría de los que leen con regularidad literatura, no hay más novedades relevantes, salvo alguno que otro título de los consagrados.
Precisamente uno de los grandes méritos de este festival de la cultura consiste en haber llevado autores a los lectores y éstos a quienes escriben cosas del mundo de una manera que deja huellas imborrables de las que todos desean al menos una copia. Juan José Arreola, Nicanor Parra o Eliseo Diego, Nélida Piñón, Monsiváis y todos los demás junto con el de ahora: Antonio Lobo Antunes, han sido más leídos y traducidos después del Premio de literatura hispanoamericana y caribeña que promueve cada año la Universidad de Guadalajara en el marco de la Feria Internacional del Libro.
Las figuras y respectivas obras de García Márquez, Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, son como parte del mobiliario anual que se instala para deleite de varias centenas de miles de visitantes.
Cada año tiene dedicatoria para determinado país o región, lo cual pone el mayor acento entre todos los que lleva en su escritura el evento, al menos esa es la intensión de los organizadores. Gracias a esta estupenda idea, se nos han quedado notas imborrables de la presencia de Brasil, Cuba, Nuevo México o Barcelona, entre otros países y regiones que respondieron a la invitación con fondos editoriales que exhibieron con toda gala de recursos en el marco ferial.
Ahora se dio la excepción con la gris presencia del pabellón o stand italiano que no cubrió la expectativa, según comentarios de los visitantes. Tal vez los europeos consideraron algo muy tropical y ahorraron esfuerzos, se vinieron “en traje cómodo”, toparon con un evento donde circulaba gente de apariencia tan variada, como garante de que sabían lo que buscaba y eso es precisamente libros y todo lo que gira alrededor. A la próxima, dentro de tal vez unos veinte años. Si no es que medio siglo. ¿Seguirá para entonces la feria?
La mayoría de los críticos acérrimos o detractores de la Fil, que circulan información en los medios de comunicación o pasillos, cuestionan el asunto del autofinanciamiento, como si se tratara del rendimiento de cualquier empresa comercial o la plusvalía que representan los bienes raíces. Una sociedad tan poco acostumbrada a percibir los beneficios que se desprenden de los libros, donde se han desenvuelto tanto los periodistas como otros actores que intervienen en la opinión pública, tiende a tasar el valor de lo que ve en términos de costo-beneficio exclusivamente económico, de tal suerte que les es igual el resultado de un partido de las Chivas, en cuanto a las ventas de la taquilla, que un concierto de Maná, la construcción de un centro comercial, la Feria del libro o el Festival de Cine. Todo puede caber en el mismo cazo y me parece que no es el caso. Los gastos en educación, libros, alta cultura o diferente cultura, bellas artes, artes populares, ciencia, investigación, desarrollo tecnológico, debieran ser a fondos perdidos por las altas ganancias que representan para cualquier sociedad urgida de salir de sus atrasos y disfuncionalidad, como la nuestra.
Deben sentirse satisfechos los del comité organizador, la vigésimo segunda edición salió de lujo.
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