El terror que se posesionó de México sin duda guarda relación con la descomposición del aparato que gobierna. Los delincuentes más sanguinarios son algunos de sus productos. Vía ejército o grupos policíacos, se les da el adiestramiento y las armas que después utilizan contra ciudadanos que son sorprendidos y convertidos en sus víctimas. Quién sabe en qué mundo viven los uniformados que no se han dado cuenta de que el pueblo, la sociedad, esa ciudadanía que les da de comer a ellos y sus familias, les tenemos miedo o absoluta desconfianza. Estamos informados de sus vínculos con el crimen organizado. Hemos atestiguado muchas veces de qué manera se hacen justicia por sus propias armas. Definitivamente no hay razón para congratularse con estos “cuerpos” adiestrados para matar. ¿Que sirven para ayudar en casos de desastre? Sin duda, pero ya sería el colmo que no fuera así, aunque ésta no es la función de un ejército: esperar a qué hora la naturaleza se excede para actuar. Habrá que desmantelar y reorganizar esta maquinaria ya que se convirtió en parte del problema en vez de solución.
En las comunidades muchas veces la gente prefiere apoyar a los narcotraficantes, porque al menos ofrecen algo de empleo y ayuda económica cuando requieren, en lugar de dirigirse con la tropa que viola, mata y arrebata lo que puede. La CNDH cuenta con numerosos expedientes sobre tales atropellos. Ya vimos lo sucedido en Atenco, Oaxaca y las comunidades indígenas zapatistas, entre otros grupos étnicos, que por siglos han padecido las incursiones de gente armada oficial y no oficial.
De la misma manera en que ignoramos a ciencia cierta que se proponían los que a costa de todo, incluida la seguridad nacional, “aiga sido como aiga sido”, llegaron al poder, tampoco sabemos exactamente por qué se mata tanta gente todos los días con excesivo salvajismo.
Por la forma tan necia en que Calderón y sus compinches actúan para entregar el petróleo a la voluntad de los gringos, podemos inferir que se trata de un compromiso a cambio de la ayuda prestada para desactivar al principal adversario político de la pandilla, lo cual le permitió ponerse ahí y finalmente acelerar el desastre.
La postura militarizada y autoritaria como forma de asumir el “combate al narcotráfico y el secuestro”, igualmente tiene rasgos de arreglo con los mismos vecinos, ya que el pentágono es el proveedor principal de armamento y “logística”, por supuesto de modelo atrasado, de estas fuerzas mexicanas. No olvidemos tampoco el estatus de gran consumidor de drogas que tiene la sociedad estadounidense y que si se le cortan las vías de abastecimiento aquello se volvería un pandemónium.
Nunca se nos dijo cómo se piensa sacar el país del atolladero sangriento en que lo metió Acción Nacional. Solamente escuchamos palabrería de la que podemos deducir la capacidad y calidad de gobernantes que padecemos. Un guión de películas como los que se escribieron para las de Clavillazo, Tin tán o Cantinflas, tiene mucho más lógica y sustancia que las cosas que salen por la boca de estos humoristas involuntarios que son Fox, Calderón y ni hablar del resto de los que han formado sendos gabinetazos. (Con honrosas excepciones, desde luego, como el doctor Frenk, ex secretario de salud) El problema es que la comicidad residual de la ignorancia que muestran estos ilusos, principalmente los que infortunadamente se colocaron la banda presidencial, se revuelve con la perversidad que convierte a las respectivas familias, socios e invitados al festín, en seres privilegiados para los cuales la ley es letra muerta, igual que la parca que anda en pos de las víctimas de un sistema organizado desde la visión de los más rapaces en lugar de los más capaces.
Era evidente que las acciones fraudulentas de los coludidos para imponer a Calderón, llevarían al país a este callejón siniestro. De ahí que se movilizaran cientos de miles de ciudadanos que a la fecha se mantienen con firmeza para defender a la patria. Espero que no respondan al justo reclamo del pueblo acribillado por la pésima política, con baños de sangre, como parece anunciar el discurso de los que se parapetan en la simulada legalidad y constitucionalidad, con la que urden sus negocios y los llevan a cabo, ante el pasmo de la sociedad.
En lugar de abatir la pobreza y combatir la desigualdad, se persigue a los que se manifiestan para evitar las ruinas en que convierten a las instituciones y al propio Estado.
En vez de operar con política social, investigación sobre el origen de fortunas y otras medidas coadyuvantes para recuperar la estabilidad, se eleva el presupuesto en armas y elementos que las utilicen.
Ni un solo funcionario corrupto o familiares beneficiados fue tocado por la justicia de estos gobiernos que propusieron un cambio y realmente lo llevaron a cabo pero en sentido inverso. ¿Así cómo creer en sus dichos y aspavientos?
Atentados
En México abunda gente capaz de secuestrar, torturar, descuartizar y abandonar pedazos de sus víctimas. Sube el nivel del horror a medida que las mentes más enfermas se especializan y encuentran lo nuevo para hacer sufrir a los que cayeron en sus manos y de paso a la sociedad que tiembla ya de miedo.
Nunca fue un país seguro, de acuerdo a la fama internacional y local ganada a pulso, sin embargo, es necesario reconocer que los yerros en la política económica y en todo el aparato gubernamental, incapaz de organizarse y responder a la altura de un Estado soberano, agravaron la situación.
Las políticas empleadas y la forma de conducirse de estos gobernantes se perciben pusilánimes y convenencieras con los extranjeros y extremadamente insensibles y burdas hacia las bases sociales. El repudio popular es otro ingrediente de la crisis.
Lo único que tiene consenso entre los distintos grupos y/o actores sociales, incluido el clero, es la sensación de que el país se deshace.
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