Lo sucedido en la elección que favorece a Encinas no es como para levantarle la mano con la frente en alto, aunque tampoco puede prestarse como una hoja que impida ver el bosque de alimañas que dominan al país, como pretenden el confeso, su jefe protector y demás secuaces que se dedican a echar incienso en los medios de comunicación.
Obviamente que el chorro de tinta vertida en las aguas periodísticas solamente busca empañar lo sucedido en la, esa sí, asquerosa cloaca donde chapalea el presidente a fuerzas y su grupo de ineptos o ladronzuelos de cuello blanco, como su protegido e íntimo, el ibero-mexicano Mouriño: el As de Copas de su gabinete.
Es preciso aclarar el alcance y de qué clase de daños se trata y procesar a los responsables. Este caso involucra al mismo que ostenta el cargo de presidente de los mexicanos que así lo consienten y quien seguramente lleva tajada en los contratos de hidrocarburos que el gobierno panista inconstitucionalmente firmó y entregó a socios extranjeros.
Seamos claros: las alimañas están de pláceme porque les robaron cámara los ingenuos perredistas que pensaron sacar una elección acicalada en medio de una desbandada que no resistió la fuerza gravitacional de la esfera del poder económico. Se volvieron hoja mediáticamente mordida por gusanos.
Andrés Manuel López Obrador, desde que inició la resistencia civil pacífica contra el robo de la presidencia, de su presidencia, de él y de millones de ciudadanos hasta ahora reacios a admitir que continúe indefinidamente la miseria de la mayoría, además de la caótica situación que priva en todos los niveles, se mantuvo firme en no pactar en absoluto con el espurio y su grupo. De ahí que más respaldo recibiera por parte de quienes se vieron engañados y mantuvieron la congruencia de sostenerse en un principio esencial que equivale a renunciar a todo tipo de acuerdo que involucra al enemigo. El enemigo se volvió tal no por sus bases ideológicas, lo cual sería suficientemente minimizado por el espíritu democrático de la contienda si lo hubiera tenido realmente, -finalmente estamos entre mexicanos- si no porque éste se transformó en una masa arrolladora que desbordó las reglas, por cierto no bien definidas y descargó una avalancha de mensajes de magro contenido social, abundante odio y desmedida cobertura hasta la saturación ofensiva y cruel. Se desvirtuó mediáticamente la realidad, al punto de llevar a las masas a un estado de crispación y encono continuo que no pocas veces derivó en rupturas severas. Surgieron las abismales distancias, discriminatorias e inhumanas, de tipo racial y otras varas siegas para medir socialmente a la gente y darle su apelativo y un lugar en los escaños inferiores. Se removieron los sentimientos que creíamos extintos o al menos inofensivos. Todo por concretar un plan perverso que atrasará por décadas los niveles culturales y la de por sí ínfima calidad de vida de los mexicanos.
Qué tanto ha afectado a la sociedad mexicana este fenómeno, es algo que quizá revelarán estudios que se hagan al respecto. Debe ser una lesión bastante profunda, como un tumor que hace metástasis.
El comportamiento que mantuvieron y hasta la fecha llevan a cabo quienes conservaron el poder, no es otro que aquel que favorece las oligarquías a través del control social. Éste se logra cuando se tienen los hilos que mueven las áreas sensibles como los medios de comunicación, los organismos como el IFE, cuya vida ciudadana fue muy corta, el Supremo Tribunal de Justicia, la PGR, las cámaras industriales, el aparato gubernamental y fuerzas armadas. Todas estas instancias o instituciones presentan serio desgaste y agotamiento, por decir lo menos, lo cual se revela en el estado que guarda el país en todos los órdenes que se involucran institucionalmente. AMLO lo repitió por todos los medios a su alcance. Señaló estos cascarones pútridos como nidos de los auténticos peligros que amenazan y destruyen el presente y futuro de las generaciones. Está muy claro y visible que dichas instituciones casi en su totalidad son serviles con los que tienen dinero para comprarlas y en su mayoría son inoperantes para dar mínima respuesta a lo que la sociedad requiere. El crecimiento de la nación se encuentra estancado desde hace más de un cuarto de siglo debido principalmente a políticas equivocadas o amañadas que tienen origen similar o idéntico a las que se aplican en la actualidad. La impunidad que gozan quienes se encuentran prendidos de los cargos públicos y abusan de ello es ejemplar mundialmente. La degradación y el peligro que significa vivir en México sin acceso a un cargo público, es lo que mantiene a millones de ciudadanos atentos a lo que hace o dice el líder del movimiento civil que busca el cambio por medios legales y pacíficos. De ahí la decisión de que no se tienda ni una sola mano hacia las manos sucias de quienes saquean y cínicamente violan las leyes. Es tentador y a la vez peligroso, por lo que pudieran contaminar.
No lo entendieron de esta manera los llamados “chuchos”, quienes optaron por saludar de mano y hasta sentarse a la mesa con la clase dirigente manchada de ilegalidad y descrédito. Quizá pensaron que en medio del diálogo pudieran atenazarles y finalmente someterles hasta lograr espacios o puntos favorables a la lógica perredista, todo parlamentariamente, como dictan los cánones de las llamadas democracias modernas, que no son si no montajes aplicados por quienes ejercen el mando según las circunstancias de casa suelo, aquí y en China. Error. Sentarse con esta clase de enemigo no garantiza en absoluto que pueda ceder un ápice. Al contrario, se trata precisamente de la clase de elite que no tiene la mínima dosis ética, interés o escrúpulos, como para siquiera acordar respeto por los familiares de las víctimas o las elementales garantías humanas de la guerra. El ejemplo lo tenemos a diario con Irak y las víctimas en turno de EU. Se trata del mismo poder que no piensa dos veces en cometer genocidio con tal de apropiarse de un bien, un recurso ajeno.
Ese poder se ha alojado en nuestro entorno y maniobra como una larva cíclica que se alimentará de nuestros recursos gracias a las licencias que se otorgan quienes se hacen del gobierno junto con sus patrocinadores y jefes. Estos que se vuelven una especie de emisarios serviles de los extranjeros, empleados de confianza de corporativos trasnacionales, al tiempo que se dicen presidentes del país y se comportan como tales; ceremonias, banda presidencial, vivir en Los Pinos, acomodar parientes para que reciban buenos sueldos y privilegios del presupuesto. Historia sin fin que la Convención Nacional Democrática (CND) que encabeza el presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, pretende con todos los medios posibles enterrar para siempre.
Que no se cuelguen de lo fallido que pudo ser la elección perredista sus detractores para eclipsar la mierda que mantiene a Calderón pegado a su gente. El excremento de sus actos los une como escarabajos peloteros que se ocultan bajo la tierra mediática que les ayuda a ocultar riqueza mal habida. Es un asco la presidencia espuria y debemos insistir en señalarlo. El país irá peor con esta conducción sin arraigo republicano.
Por su parte, la izquierda y la oposición, que no es precisamente la izquierda, no más no se encuentran. No conectan entre sí los grupos sociales que han despertado para efectuar el verdadero cambio: El Zapatismo, El Lópezobradorismo, Las Redes ciudadanas, La Nueva Izquierda y los grupos más o menos radicales, semejan los conflictos de 1910, donde los bandos coincidían en su postura contra la dictadura al tiempo que se mantenían tozudos en sus demarcaciones ideológicas, sin conceder razones a los discrepantes. Algunas de estas agencias se incorporan en las filas del PRD, en tanto otras marcan sus lineamientos y no tan sólo no se agrupan si no que discrepan y critican mutuamente.
La izquierda basta para deshacerse a sí misma a base de rupturas y también la derecha, al igual que sucedió con el centro, inaugurado en la era PRI.
Las constantes históricas. Los seres humanos estamos dotados de las herramientas necesarias para acabar con los oponentes, sean estos de nuestra propia especie u otra de las que se han disputado los espacios vitales del planeta. No ha sido nada fácil para la humanidad hacerse sociedad y no todas las sociedades han sido concebidas en función de los sujetos.
La eterna lucha de oponentes en la que seguimos enfrascados parte precisamente de qué tanto es el individuo y no los bienes lo que debe prevalecer prioritariamente para la construcción del arquetipo social. Vivimos en un esquema donde se privilegia la propiedad y en segundo término al propietario para dejar el cuidado de la misma a un tercer actor que es el pueblo, que ni la posee y tampoco tiene acceso a cuidarla conforme a su propia iniciativa y entender.
Dicha tensión ancestral es menguada por la evolución de los procesos de convivencia que han logrado en alguna medida establecer reglas que propician igualdades e integración. Las constituciones políticas tomadas como ley, son producto de esta dinámica con la cual las sociedades han conseguido orientar sus metas sin menoscabo del bien común y cierto particular, fortaleciéndose a su vez hacia el exterior.
Casi dos siglos de republicanismo en nuestro país han contribuido a establecer un orden semejante en la forma a los que se dan en las naciones que iniciaron este sistema-mundo, (Walerstein) sin embargo nos encontramos muy lejos de lo que han conseguido en cuanto a calidad de vida y democracia gracias a este mismo modelo. Las razones desde luego que subyacen en nuestro devenir histórico donde se dan entrecruzamientos étnicos e ideológicos sumamente contrastantes, en medio de la aplicación de una violencia genocida sin par en los registros humanos.
De manera multifactorial nos encontramos comprometidos social y culturalmente con diversas raíces y modos de percibir y adaptarse al mundo. Por si fuera poca nuestra original discrepancia, nos hayamos en un momento de tensión que deja al Estado a merced de los embates capitalistas que acosan sus propios cimientos.
Es inevitable que se den los cambios; el mundo no era políticamente lo que es. No había naciones, ni partidos y la conducción de los grupos humanos se dio de múltiples formas a veces favorables y en ocasiones desfavorables a los intereses o necesidades colectivas.
El sistema mundo se haya en crisis, indudablemente. Hay agotamiento global en todos los órdenes sistémicos, desde los ecosistemas hasta las sociedades urbanas y no se diga en las zonas alejadas que cuentan con recursos codiciables.
Esta realidad juega en nuestro territorio e incide agudamente en las decisiones que se toman. De ahí parten las luchas. Existe una pugna mundial por los recursos estratégicos como los hidrocarburos o el agua. No hay códigos establecidos ni reglas para librarlas que no sea la ley del capital, la oferta y demanda controlada por no más de un millar de individuos en el globo.
Ante esta situación nos queda la salida ciudadana a través de la política y esta desafortunadamente se ajusta a las formas y moldes ya viciados y obsoletos que no hemos descartado en México, con todo y su arcaico ceremonial.
La lucha por el poder político no se da en el marco de contiendas electorales transparentes si no en base a arrebatos y cheques millonarios que compran servicios de comunicación masiva, entre otros paquetes diseñados para dar triunfos al mejor postor.
Época mediática en la que un puñado de articulistas pueden hacer y se esfuerzan para que les quede mejor el diseño de la hoja que cubra el bosque invadido de depredadores, esos sí que deberían estar en primer plano para encontrarles remedio, fumigarlos con la razón y la verdad difundida cabalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario