viernes, 19 de junio de 2009
Después del abstencionismo y la anulación del voto ¿qué sigue?
Muchos politólogos, analistas, periodistas e interesados, nos hacemos conjeturas sobre el día seis de julio: un día después de las próximas elecciones que serán el cinco ¿qué pasará a partir de ahí?
El fantasma del sesenta por ciento del abstencionismo junto al otro espectro que representa a los anuladores voluntarios de su voto, ronda el proceso electivo a escasos nueve años de la alternancia y dos semanas de los siguientes comicios. El bajísimo porcentaje de ciudadanos que decidirán la elección, se divide entre los que se mantienen en apoyo a su partido, aunque solamente ofrezca resultados deplorables, (ninguno ha dado buenos) y los que van a ir, una vez más, con esperanza de que algo cambie, para que sea menos peor la vida en su entorno. Éstos buscarán alguna opción menos contaminada entre las pocas que hay.
Será una gran mayoría de mexicanos que estarán fuera de la representación partidista, sin menoscabo de su condición ciudadana, por dos razones básicamente: reclamo a lo que les han hecho: tanto engaño ruinoso durante tantos años y también para tratar de frenar ese festín de la vileza que ya nos exhibe en el mundo entre las peores naciones: nuestros indicadores semejan los de países africanos eternamente explotados, empobrecidos y enfrentados en guerras civiles. México, ¿miserable? La verdad es que así lo han dejado.
Los ciudadanos dicen: basta. Se acabó la ramplona politiquería con su juego sucio, que convirtió las instituciones en chiqueros y vamos a limpiar este país, comenzando por poner en su lugar a la clase política, con todo y sus membretes, tinglados y recursos mediáticos. Bueno, ese es el mensaje de la boleta depositada en la urna con algún símbolo o consigna. Los escrutiñadores las pondrán por un lado sin tomarlas en cuenta para el conteo final, dejando únicamente aquellas que sí llevan una cruz o tache sobre el nombre de un candidato.
En las actas es donde se reflejará el faltante de votos emitidos con relación al número de empadronados. Se prevé que las cifras serán apabullantemente desfavorables a las causas partidistas y la duda que sostienen y enuncian los que promueven votar por quien sea, consiste en saber a ciencia cierta si la parte que gobierna sale beneficiada de ello al contabilizarse una cifra de votos que les garantizan seguir. ¿Cómo sería esto? Pues simplemente se dividen los pocos votos que se recogieron de las urnas entre los partidos y listo.
A menos que esa abrumadora mayoría de abstencionistas o anuladores sean en realidad esa fuerza numérica y mantengan cierta organización, emprendan alguna o varias acciones que invaliden las elecciones y entonces sí: comenzó nuevamente un pie de la historia a caminar.
El asunto electivo iraní nos avisa tal vez que algo semejante pudiera replicarse en nuestras latitudes. Creo que para allá vamos, así que estemos preparados y sobre todo, atentos a no alterar el espíritu pacifista de la lucha civil. Algo difícil, sumamente delicado, porque el Estado vela armas.
Entonces, ¿qué hará la sociedad? es lo que nos preguntamos quienes vivimos días de inquietud. ¿Se lanzará a las calles cuando vea a los que toman posesión de los cargos con una sonrisa porque los llevaron ahí unos cuantos y de todas formas van a comenzar o continuar su camino ascendente al paraíso de los privilegios? O, ¿va a seguir la gente resignada, indiferente o permisiva con tanta desgracia?
Los que no voten van a estar más que molestos y con razón. Entonces el sistema ya no tendrá esta válvula de escape y la fuerza contenida, sin cauces para manifestarse políticamente, se irá a la toma del poder por donde encuentre el hueco. Adiós vicios de tantas décadas.
Ojalá haya solidaridad y asistan los contingentes suficientes para desalentar la masacre que sería la única respuesta del gobierno en virtud de su nivel de incompetencia y ofuscación. Si se logra el nuevo pacto social por vía de una movilización de gran calado histórico, no tan sólo evitaremos el sufrimiento sanguinario de la guerra civil, sino sembraríamos nuevas bases para verdaderamente prosperar en todos los órdenes. Urge hacer, construir desde los cimientos, una nueva estructura constitucional con los requerimientos de la nueva época.
Lo que suceda a partir del cinco y seis de julio será determinante.
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