Israel le habla al mundo con la voz de las armas para que sea temida su fuerza capaz de ultimar civiles refugiados o heridos en hospitales, pero también niños que fueron guiados a una escuela bajo tutela internacional sólo para encontrarse con la muerte.
Sanguinarios e inmunes a la piedad, como parte de su cultura militarizada que se confunde con ira racial, destrozan a la gente con tormentas de acero y químicos que hacen añicos los edificios junto con sus moradores. El horror es creado por los cientos o quizá miles de judíos estadounidenses, en su mayoría, que participan del negocio de las masacres humanas. Propietarios de fábricas de armamento de toda clase, (aviones, barcos, submarinos, misiles, fusiles, tanques y un largo etcétera) al igual que los dueños de los consorcios que ven oportunidad de reconstruir todo lo que las bombas y cohetes desmoronan, con ojos engolosinados observan ésta y cualquier guerra que consuma sus productos o solicite sus servicios. Money is Money, dicen con una sonrisa remojada en wiski. Cada cartucho disparado se contabiliza.
La tierra dizque santa por donde circulaban caravanas repletas de mercancías europeas, asiáticas o africanas, albergará cada día más tuberías de gas e hidrocarburos explotados de los riquísimos yacimientos de Arabia, por tanto la zona no ha dejado de ser estratégica, aún más de lo que fuera en la antigüedad, cuando no era necesario el petróleo para subsistir.
Ésta y cualquier guerra llevan como trasfondo grandes capitales que se pueden deslizar según se incline la balanza del conflicto a favor o en contra de los contendientes. La sangre y el dolor por los múltiples duelos que ocasionan, son parte de la escena que se difunde en fotografías y videos, sin embargo éstos no llegan a significar algo en los pactos o disimuladas controversias (ajedrez de intereses) que mantienen activado el fuego del infierno.
Desde siempre la humanidad ha estado de acuerdo en que para tener es preciso matar, despojar, quitar de su lugar al otro, festinarse con sus bienes. Las guerras de conquista como la perpetuada en América por cientos de aventureros europeos que masacraron a mansalva hombres, mujeres, ancianos y niños que se encontraron a su paso, no difieren tanto de las guerras modernas llamadas preventivas y otras locuras de la especie como lo es dejar morir de hambre a millones, según lo que sucede en dos tercios del mundo.
Israel es un Estado creado por el sionismo con el objeto geopolítico de control de la zona de Palestina y el Medio Oriente, que sin duda son el eje de equilibrio de fuerzas internacionales, donde no solamente se enfrentan o revuelven ideologías, sino se departe acerca de quiénes han de imponer su hegemonía.
Hasta ahora solamente es Gaza el sitio que recibe el castigo en tanto la hermandad árabe se mantiene a la expectativa. La raza y la religión están siendo humilladas por las fuerzas occidentales mancomunadas, por lo que el equilibrio se mantiene precariamente mientras dure el sueño de las bombas nucleares o bacteriológicas que fueron diseñadas y construidas para usarse en ciertos casos, como el que parece configurarse en esa región históricamente convertida en escenario de choques humanos.
Así ruge el monstruo de la guerra, cebado en los débiles y ofuscado por el brillo del oro, su más irresistible tentación.
Cuando esta guerra termine le seguirá otra con diferente horror y el mismo propósito: imponer la voluntad de unos sobre la razón de los demás. Canibalismo maquillado pero al fin eso es. Los cazadores de hombres son azuzados por sus amos que se llevan las ganancias de la guerra. El botín del vencedor son porciones del mundo que éste reparte quedándose para sí lo mejor. Lobos, hienas, sujetos humanos, éstos últimos mucho más arteros y peligrosos que cualquier especie que haya existido.
Mal por el holocausto con patente israelita. ¿Fue la humanidad derrotada en la Segunda Guerra Mundial como lo afirman muchos? El sionismo beligerante tiene la respuesta.
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