Sí 2020 se destacó siendo un año terrible, hemos comenzado este otro con
un nivel de ebullición política que pone en punto de riesgo grave el equilibrio
de fuerzas de las potencias mundiales. Lo que asoma como una tempestad que
tiene atónito a medio mundo, aparte de que puso a varios ejércitos en estado de
alerta, no es el surgimiento de otro conflicto armado entre naciones, lo cual
es más que probable, sino una especie de insurrección civil en el país que en
otra época fuera el más poderoso de la Tierra.
La democracia de Estados Unidos mostró una grieta profunda, tan abismal
que acaso sea un síntoma que señala un final nada decoroso para el proyecto
hegemónico financiero-militar de la nación que tanto tiempo presumió de
libertades. Éstas, en teoría, tuvieron su base en un orden de equilibrios
idóneo; es decir, una relación históricamente establecida que permite
concordancia entre el Estado, los bloques financieros o políticos, los gremios
sindicales, las élites, junto con las representaciones de la multiplicidad
étnica, cultural, económica y política que conforma el groso de su enorme
ciudadanía, además de los complejos nodos del poder que funcionan como brazos
del sistema político-judicial, con o sin marcos legales, como el famoso FBI o
la DEA, entre otros.
¿Qué los hizo estallar? Tal vez haya sido porque el sistema, que algunos
llaman modelo estadounidense, caracterizado por un capitalismo controlador, al
grado de convertirse en regente de economías de otras naciones durante más de
medio siglo, -a las cuales moldeó en el orden comercial, político y hasta
cultural; principalmente a través de los medios de comunicación- sostenido todo
ello en recursos, algunos más o menos diplomáticos, muchos otros coercitivos o
abiertamente bélicos, se volvió inviable.
El nuevo ordenamiento mundial apunta aparentemente hacia un equilibrio
de países en el que ninguno incurrirá en la pretensión suicida de someter a los
demás. No serán muchos en realidad, tal vez cuatro o cinco naciones que
dominarán al resto por medio de sus economías, sin dejar de lado su fuerza
militar que utilizarían sólo en caso de defensa, o cuando menos teniendo una
carta fuerte, como son los recursos naturales. En este escenario probablemente
no vaya a figurar más la ex Unión Americana; no es viable, de acuerdo con lo
que acontece y lo que faltaría por verse, que haya marcha atrás en una
tendencia que desde hace años fue posible observar. No hace falta una mirada tan
penetrante para dimensionar la magnitud del problema que enfrentan quienes
tratan de mantener ¡a cualquier costo! o conseguir, el control del gobierno
estadounidense, incluido su poderoso complejo industrial militar: son capaces
de desatar una guerra civil, como lo anunció Trump al advertir la inminente
derrota electoral que supone y quizá haya sido por medio de controles
cibernéticos. “Estamos en guerra”, dijo en algún momento de la madrugada cuando
se llevaba a cabo el proceso del conteo de votos en los primeros días del mes
de noviembre de 2020.
Nicolás Maquiavelo menciona “una regla general que no engaña nunca, o
que, al menos, no extravía sino raras veces, y es que el que ayuda a otro a
hacerse poderoso provoca su propia ruina”. Esta cita del autor de El Príncipe
nos puede explicar lo acontecido entre Estados Unidos y China, durante las
recientes décadas: “Él es quien le hace tal con su fuerza o con su industria y
estos dos medios de que se ha manifestado provisto le resultan muy sospechosos
al príncipe que, por ministerio de ellos, se tornó más poderoso”.
Ahora vemos con claridad que las nuevas reglas las dicta el gran país
oriental. Sin embargo, esto no significa que vaya a convertirse China en “el
país dominante” en todos los órdenes; es decir, en lo económico, tecnológico,
científico, militar, etcétera. Lo que sí es posible sostener es que este enorme
país cerró el ciclo capitalista que lideró Estados Unidos a partir del final de
la Guerra Fría, aparte de que con su estilo inauguró también la nueva etapa que
vivimos, en la que la hegemonía estadounidense va en declive.
Además de la poderosa Rusia, coexisten otras potencias como la India,
donde se ha incrementado el desarrollo de tecnología de alto impacto; Canadá, y
su competitividad industrial y comercial; Japón, que no ha dejado de crecer
como país fortalecido en todos los aspectos, y ni qué decir de naciones como
Vietnam o Corea, que dejaron atrás el subdesarrollo. En esa lista podría
figurar México próximamente, si es que se cumplen los proyectos más importantes
del actual gobierno, principalmente aquellos ligados a la producción de energía
o al transporte de mercancías y personas, e igualmente si se cuenta con el
respaldo estratégico de gobiernos que permitan sinergia con otras economías
líderes.
Europa no duerme, especialmente Alemania, como potencia del continente.
En cambio, el Reino Unido aparentemente sufre de la misma enfermedad que su
engendro americano.
Hay un revés histórico en la entrampada sucesión presidencial de Estados
Unidos de América, lo cual tiene que ver con todo esto mencionado: se ha
fragmentado y diseminado el orden mundial, pero no en fracciones débiles, sino
al contrario; éstas crecen fuertes.
En el interior de este país se manifiesta dicha fuerza de cada una de
ellas bajo una visión global capitalista, que se opone a los nacionalistas
inconformes igualmente capitalistas pero convertidos en reaccionarios antineoliberales;
esto significa que hay un enorme cóctel a punto de explotar, según la extensión
de la mecha y lo húmeda que esté o no la pólvora.
Por tanto, no solamente es importante observar con atención la furia
colectiva que procura impedir a un indeseable presidente que continúe en la
Casa Blanca, sumando las insólitas reacciones de sus simpatizantes, sino la forma
en que se tensan los hilos de poder anclados en todo el orbe; alguno o varios
de ellos se pueden desatar a la vez y eso revolucionaria todo lo que conocemos
del sistema mundo capitalista, como lo define Wallerstein.
¿Cuántos desearían aprovechar el vacío que dejaría el derrumbe total de
la gobernanza y por tanto de la economía del gigante americano? ¿Acaso este
debilitamiento institucional que pone en peligro la paz social de todo un país
no es como para que algún otro se posicione distinto en el tablero mundial?
Esto debe preocupar mucho a quienes de alguna manera intervienen como una
correlación de fuerzas cuyo impacto trasciende en el destino de los
estadounidenses. Podemos decir entonces que está en juego el futuro de más de
trescientos millones de ciudadanos de allí y muchos otros del resto del
planeta, por lo que pudiera desatar la crisis.
4 comentarios:
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