lunes, 27 de junio de 2011

¿Por qué marcha la gente?: Algunas reflexiones sobre los liderazgos espontáneos que surgen de una sociedad en crisis.

La mayoría de las personas jamás ha participado en una marcha. Este dato no requiere cifras para ser admitido. Basta con preguntarse a sí mismo y responder: cuándo, por qué y junto a quién se marchó. ¿Hasta qué punto somos todavía el zôon politikón aristotélico?

Hace unos días alguien expresó el siguiente comentario: “En México, hay 45 mil muertos y nadie asoma a la calle, en cambio, en Argentina hay un muerto y todo mundo sale a marchar”.
Tal vez solamente se trate de una opinión exagerada, sin mayor fundamento, mas no podemos regatearle algo de verdad en cuanto a la forma como reacciona la gente de distinto contexto sociohistórico y geográfico, ante acontecimientos cuyo sentido o la coyuntura en que se presentan, los hace trascender hacia el espacio público. Aún dentro del propio territorio nacional pueden darse formas distintas de respuesta, dado que éste también es un mosaico de variables socioculturales. De acuerdo con Castells, (2010) “La dominación y la resistencia a la dominación cambian de carácter según la estructura social específica en la que se originan y que modifica su acción.”

Se tiene la idea de que en dicha nación sudamericana, es casi como una tradición que las personas adquieran el estatus de ciudadanos en la medida en que tienen conciencia de sus derechos y de la forma en que es necesario actuar cuando éstos son sometidos a voluntades que les superan en recursos de una manera sofocante o hasta tiránica. Nos enteramos por diferentes medios, que la población reconoce (aunque no toda desde luego) porque lo ha sufrido la mayoría de distinta manera, que la única forma de recobrar las prácticas democráticas, aunque solamente sea para sobrevivir, se encuentra en la capacidad de respuesta unificada, es decir, en base a grupos numerosos de individuos que cierran filas, no tan sólo en las calles al salir formando contingentes que dan nuevo significado al acto de presencia, sino que también en las múltiples formas de pensar o ideologías que convergen en el imaginario colectivo. De esta forma fueron logrados los consensos determinantes para el cambio. Éstos sacudieron a la última dictadura militar al costo de terribles y multitudinarios sacrificios, la cifra reconocida oficialmente es de alrededor de 35 mil víctimas entre desaparecidos y muertos. También tuvieron que ver en esta liberación las altas dosis de trabajo intelectual, así como el ingenio y el empuje social con la creatividad que le es inherente al pueblo, sobre todo cuando se le expone a situaciones extremas.

Es importante también señalar que la correlación de fuerzas del mundo capitalista así lo convino, lo aceptó y finalmente lo impulsó. Si no hubiese sido así, los militares tal vez continuarían en el poder, además muchos argentinos estarían conformes con ello. Es frecuente escuchar expresiones en este sentido, principalmente entre las clases media y alta.

La salida del proceso, que es como se conoce a esta etapa, como si se tratara de una lección depuradora, una especie de criba ideológica y política, dio lugar a una forma de democracia que si bien no cristaliza como tal, en términos del canon que señala un auténtico poder ciudadano, al menos da muestras tangibles de inclusión social y medidas redistributivas a través de políticas públicas pensionarias, educativas, comunicativas u otras. Y por supuesto que el desenvolvimiento de las acciones reiteradamente, aunque no como regla establecida, guarda proporción directa con las pautas y los tiempos electorales, siendo esta práctica uno de los vicios que de forma inercial padecen las democracias en vías de formación: las políticas electoreras.

Debido en parte a que persisten las disfunciones y desajustes propios de un modelo de gobierno que aún permanece en su etapa de pruebas, todavía atravesado por los corporativos financieros y empresariales que operan a su vez dentro del concierto neoliberal, además políticamente enfrentado a las contradicciones de origen que subyacen dentro de una de las principales matrices ideológicas, el “peronismo”, y también porque se dieron las condiciones que favorecen la incorporación ciudadana a la esfera pública, se formó una sociedad más activa y participativa políticamente, aunque todavía guarda resistencias y miedos profundos.

La protesta social argentina muchas veces es definida con el estigma aplicado a las dinámicas con tintes corporativistas y populistas que, bajo el calificativo de “movimientos piqueteros”, ha sido constantemente objeto de crítica por parte de actores que ven en ello una forma acostumbrada de comprar voluntades a los líderes que se especializan en organizar y encabezar marchas, las cuales por lo regular terminan en catarsis colectivas, o en un discrecional reparto de “ayudas”. De esta forma es como se consigue apaciguar la inconformidad permitiéndose dichos líderes, entre otras facultades que incrementan sus ingresos o los posicionan con mejores expectativas políticas, elevar los decibeles de las calles y enfurecer a los automovilistas.

Con esta estrategia se disipan fuerzas entre dominadores y dominados, o para expresarlo sin caer en una visión dicotómica, entre grupos de sujetos con distintos márgenes de acción y representatividad que se traslapan dentro del ámbito nacional y cuyos intereses, como en cualquier sociedad, forcejean entre sí por ser diferentes o francamente contrapuestos. Sin embargo, al parecer son los mismos intereses los que enfrentan a los sujetos o grupos, según lo que más comúnmente es posible observar. Si los intereses fuesen auténticamente distintos tal vez el conflicto fuera menor. Precisamente la lucha por los mismos objetos, es lo que mantiene a la sociedad en permanente tensión. Esto es, la mayoría busca mayor y más fácil acceso a la posesión y el consumo de bienes materiales, máxime cuando el auge electrónico de la comunicación se especializa en provocar o exacerbar estas reacciones, lo cual antepone sobre cualquier otro móvil de carácter ideológico, moral, solidario, etcétera. Reflexionar sobre ello nos remite a los andamiajes de la teoría social, la filosofía política o los estudios socioculturales, en sus diferentes perspectivas, así como planteamientos y métodos de análisis, algo que es sumamente complejo e interminable.

Debido al reducido espacio que ofrece un artículo, evito profundizar al respecto y me permito a su vez resarcir la falta haciendo mención de algunas ideas de Foucault, que sugieren una Teoría de la dominación que analice “la relación de la dominación en lo que tiene de fáctico, de efectivo y ver cómo es ella la que determina los elementos sobre los que recae”.


En consecuencia, no preguntar a los sujetos cómo, por qué y en nombre de qué derechos pueden aceptar dejarse someter, sino mostrar cómo los fabrican las relaciones de sometimiento concretas. Segundo, se trataría de poner de manifiesto las relaciones de dominación y dejarlas valer en su multiplicidad, su diferencia, su especificad o su reversibilidad, no buscar, por consiguiente, una especie de soberanía fuente de los poderes; al contrario, mostrar cómo los diferentes operadores de dominación se apoyan unos en otros, remiten unos a los otros, en algunos casos se refuerzan y convergen, en otros se niegan o tienden a anularse. (Foucault, 2002:p.51)

Mas no por tales facetas propias de la lucha por el poder ha de soslayarse o restar méritos democráticos a la inconformidad civil que una vez convertida en protesta pública, sea como marcha, plantón, mitin o cualquier otra manifestación legitimada por la acción colectiva dentro del marco constitucional, busca ser socialmente visible como condición que le permite enviar mensajes o lograr uno o varios propósitos, definidos muchas veces en pliegos petitorios o consignas que resumen una visión de lucha contra el sometimiento. “En este sentido, un movimiento social es aquel tipo de acción colectiva que cuestiona la historicidad, es decir, el núcleo sociocultural del orden establecido, o sea, las instituciones y los valores del Estado capitalista y del mercado, en el caso de las sociedades capitalistas tradicionales, y del monopolio de la información en la sociedad posindustrial”. (Olvera, 2003)

Antes de volverse interlocutores cuestionados o cuestionables, es decir, en el momento previo a que les impregne cierto aire de duda y por tanto se cuestione si llegaron a pactar acuerdos en forma unipersonal (el simple diálogo con la contraparte los puede hacer ver como tales, máxime cuando los ánimos se hallan alterados por el choque frontal de intereses entre representantes del régimen o el Estado y de los sectores que demandan atención y acción gubernamental) por lo regular quienes generan los movimientos civiles que se forman de manera espontánea, como rápida respuesta ante abusos de autoridad u otro móviles, mantienen cierta autoridad moral en cuanto al espíritu que los instila, por lo que asumen la investidura de líderes que dirimen una legítima búsqueda de acatamiento sobre exigencias concretas que pueden ser desde iniciativas de ley, hasta remoción de funcionarios que se les comprueben ilícitos, actos denigrantes o abiertamente criminales.

De acuerdo con lo que anota James C. Scott en su libro “Los dominados y el arte de la resistencia”, (2004.p.32) “Un individuo que es ofendido puede elaborar una fantasía personal de venganza y enfrentamiento, pero cuando el insulto no es sino una variante de las ofensas que sufre sistemáticamente toda una raza, una clase o una capa social, entonces la fantasía se puede convertir en un producto cultural colectivo”.

Las marchas o las “caravanas” como la que hizo el recorrido hace unos días a través de varios estados del norte de México, constituyen, según este ángulo de análisis, acciones políticas desde la sociedad civil que se llevan a cabo sin que llegue a ser esta representada. La reciente actividad ciudadana conocida como “Caravana del consuelo”, difiere además de otras que pretenden influir sobre el sistema político “apelando a la crítica, a la movilización y al convencimiento”, mismas que tampoco logran trascender de manera significativa.

Sin tener elementos como para descifrar qué pretende este agente social, sobre lo que obtuvo de la entrevista con el presidente, lo que resulte será una forma más de representación que asumen determinados actores para sí mismos y para aquellos a quienes suponen en igualdad de circunstancias. La sociedad civil como tal es irrepresentable. Olvera nos explica las razones:


Naturalmente, esta forma de acción es limitada y poco eficiente, pues por definición construye escenarios múltiples, tantos como diversos sean los actores e intereses en juego. (…) Los componentes gremiales de la sociedad civil (sindicatos, asociaciones patronales y profesionales, organizaciones campesinas, organizaciones de colonos, pobladores urbanos) reclaman la representación de los intereses económicos de sus miembros, pero no tienen la legitimidad (en una época tendencialmente poscorporativa) para reclamar la representación política de los mismos. Las asociaciones culturales, deportivas y recreacionales no tienen vocación alguna por la representación de intereses, siendo como son, asociaciones privadas. Las asociaciones civiles tipo ONG tampoco pueden reclamar representación alguna, pues si bien son asociaciones privadas con fines públicos, sus opiniones y propuestas tratan de influir en la opinión pública y en las políticas públicas a partir de criterios de eficacia y justicia y no de derechos sectoriales. Los grupos de derechos humanos y los movimientos sociales prodemocráticos tampoco reclaman una representación, sino que apelan a la aplicación real de los derechos ciudadanos en general por motivos de moralidad pública. Las asociaciones religiosas también son de carácter privado. Es por ello que la sociedad civil en cuanto tal, es irrepresentable en términos convencionales. (Olvera, 2003:p. 32)


El personaje que figura como líder de la llamada “Caravana del consuelo”, rechazó ser asociado con otras resistencias o luchas civiles, y dio razones por las cuales no es pertinente que dicho movimiento civil fuese relacionado con cualquier clase de corriente u organización política ni de carácter alguno. Se trata simplemente de un llamado a la sociedad civil para hacer un reclamo conjunto. Vuelvo a Olvera para explicar cuál ha sido la visión y la estrategia de quien ante todo se define como poeta.

Sólo en un terreno altamente simbólico y en coyunturas extraordinarias la “sociedad civil” puede reclamar una representación moral colectiva: en campañas contra las dictaduras, contra la delincuencia, contra la violación de los derechos políticos, contra la impunidad de la clase política, contra el hambre, por elecciones libres y equilibradas, por los derechos indígenas, por la paz, por una vida digna. Fuera de estas circunstancias, que un grupo, red o sector de organizaciones civiles reclame una supuesta representación de la sociedad civil es un error político que puede traer serias consecuencias. (Olvera, 2003:p. 32)

Pese a este propósito expuesto por el señor Sicilia, el reclamo quedó lejos de una representación moral suficientemente amplia, debido quizá a la forma en la que se dio el acercamiento de este actor con el gabinete presidencial, casi en tono coloquial e inclusive amistoso. Se terminó demasiado aprisa con una expectativa sumatoria que pusiera en juicio político al ejecutivo y su estrategia bélica y policial. Se escindió así de golpe la iniciativa, quedando únicamente el poeta y algunos seguidores frente a la opinión pública. Ahora falta que explique cuál va a ser la siguiente acción y qué pretende lograr, ya que se ha desmarcado de las peticiones elaboradas en las mesas de trabajo que se efectuaron en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Por cierto se muestra como un actor político más en la escena y por lo visto tiene experiencia en ello, participó en las mesas de negociación en Chiapas cuando el conflicto Zapatista, además de alguna intensión que no es todavía suficientemente clara, a no ser que derive en un nuevo partido político o en la adhesión a algún movimiento de los que han surgido en años recientes.

Nuevamente transcribo algunas ideas de Castells, que ayudan a enfocarnos sobre algo que pudiera ser indispensable para ser tomado en cuenta a la hora de convocar a la gente a que deje sus rutinas habituales y preste su presencia en actividades civiles que demandan la fuerza de la reunión:

Resistirse a la programación e interrumpir las conexiones para defender valores e intereses alternativos son las formas de contrapoder que ejercen los movimientos sociales y la sociedad civil - local, nacional y global – con la dificultad de que las redes de poder son normalmente globales mientras que la resistencia del contrapoder suele ser local. De qué forma alcanzar lo global desde lo local, mediante la conexión en red con otros lugares, cómo arraigar el espacio de flujos, es la cuestión estratégica clave para los movimientos sociales de nuestro tiempo. (Castells, 2010: p.84)

¿El espontáneo dirigente social representa mucho menos que hace tres semanas, cuando dio a conocer su plan? ¿Por qué marchó entonces y por qué le acompañaron los demás? ¿Por qué marcha la gente hoy en México, y por qué no?

Para concluir comparto estas reflexiones aristotélicas cuya vigencia se mantiene intacta.
ARISTÓTELES, POLÍTICA (1253A):
"Según esto es, pues, evidente, que la ciudad-estado es una cosa natural y que el hombre es por naturaleza un animal político o social; [....] Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gregario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensaciones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."


BIBLIOGRAFÍA


CASTELLS Manuel, (2010) “Comunicación y poder”. Alianza Editorial. Madrid. P.84.

FOUCAULT Michel, (2002) “Defender la sociedad”. Fondo de Cultura Económica. México. P.51.
OLVERA Alberto J. (Coordinador) (2003) “Sociedad civil, esfera pública y democratización en América Latina: México”. Fondo de Cultura Económica, México. Pp.31-32

Scott James C. (2004) “Los dominados y el arte de la resistencia”. Discursos ocultos. Colección Problemas de México Ediciones Era. P.32.

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