jueves, 19 de agosto de 2010

El sabor amargo del festejo bicentenario

¿Cómo puede el gobierno del PAN celebrar acontecimientos destacados que integran nuestra historia, siendo esta corriente política un emblema que representa al enemigo contra el cual se lucho? Es obvio que el presidente y sus colaboradores no comparten ideológicamente los motivos de la insurrección de 1810 ni la revuelta de 1910, siendo ambos movimientos guerras civiles contra la ignominia del poder concentrado y déspota, el cual comparten a plenitud.
La oligarquía heroicamente combatida para dar lugar a una nación libre, equilibrada y soberana, como la propusieron los insurgentes, los liberales y más tarde los revolucionarios, ha regresado a tener bajo su control los dispositivos del gobierno y la producción. ¿Cómo pueden festejar un bicentenario quienes se identifican con monarquías europeas, con un clero sectario que vive permanentemente plegado al poder?
Los que desprecian la figura de Juárez al tiempo que enaltecen la memoria porfiriana, siendo sus antecesores ideológicos vencidos en sus afanes, gracias a lo cual fue posible crear las instituciones y el Estado laico, son ahora quienes deben, según los cánones del civismo patrio, organizar los festejos por aquellas victorias que tanto sacrificio en vidas humanas significaron. Es decir, a estos representantes de la hegemonía moderna y sus corrientes políticas, les corresponde, en pleno ejercicio del poder, rendir memoria honorable a los próceres que en el pasado se batieron contra sus ideas. De ahí que a los festejos bicentenarios de este 2010 se les encuentre un sabor agrio o insípido, si acaso un intento por cubrir un expediente que a todas luces les es incómodo, difícilmente digerible y no lo pueden siquiera disimular. De mil amores rendirían culto a los restos y al recuerdo de Hernán Cortés, de Félix María Calleja, de Maximiliano junto con Miguel Miramón y Tomás Mejía. Encantados erigirían una estatua a Porfirio Díaz y cambiarían los nombres de otros monumentos, calles o lugares públicos como plazas, para darles el nombre de los enemigos contra los que se alzó el pueblo. Para ellos sería más fácil la desmemoria y el olvido, algo que el ex presidente Fox evidenció al retirar el retrato de Benito Juárez del recinto oficial que sirve de despacho en Los Pinos.
La señal es clara: en medio de esta banca rota y desmoronamiento social que aqueja nuevamente al país, en gran medida causada por los usurpadores que regresaron al poder, ellos constituyen el nuevo enemigo a quien se ha de atacar y vencer. Volvieron a plantear un esquema en que todo sea favorable exclusivamente a sus intereses. Abolieron las posibilidades para que los distintos sectores, sobre todo los más vulnerables, puedan tener acceso a los bienes que genera la sociedad y que son indispensables para la vida: desde la alimentación y la salud, hasta el derecho al trabajo y la educación. Lo mismo puede decirse del derecho a la información.
De ahí que en este 2010 también en materia de festejos patrios se les haga bolas el engrudo.

1 comentario:

Norberto Emmerich dijo...

Es paradójico que organicen las celebraciones de la Independencia mexicana quienes trabajan sin cesar por fortalecer los lazos de dependencia. Pero así es la historia, quienes cavan tumbas yacerán muertos en ellas.