domingo, 16 de agosto de 2009

Impunidad

La impunidad o falta de castigo a culpables no es un mal endémico porque pertenece a la conformación colectiva del género humano, sin embargo, la tolerancia que se le tiene en nuestro país es alarmante.
Todos los días se acumulan causas punibles que al dejar de tener seguimiento, dejan a los autores exentos de pagar por sus culpas, es decir, millares de delincuentes o infractores de toda laya burlándose de la sociedad.
Delinquir en México es habitual aunque tal vez lo sea en muchas partes más. La costumbre de actuar ilícitamente, infringir reglamentos o renunciar a la ética, sin recibir castigo por ello, es práctica común a la mayoría casi por norma general. Es ejemplo que los padres dan a los hijos, los maestros a los alumnos, los gobernantes a los gobernados, los comerciantes a sus clientes, los empleadores a sus empleados, los jefes a los subordinados, los conyugues entre sí, los vecinos a los de enfrente y prácticamente toda la sociedad. Con las honrosas excepciones que por fortuna existen.
Violar la ley, las órdenes, las reglas, las promesas o compromisos pactados y quedar impunes, es parte de la cultura nuestra que se practica desde la escuela hasta los antros o centros de diversión, sin pasar por alto el ambiente laboral y no se diga la movilidad que nos vuelve infractores constantemente, sin que casi nadie pueda darse cuenta, excepto los que salen perjudicados.
No es descabellado decir que casi nada es totalmente legal en México y casi nadie totalmente honesto siempre. La honradez no va inserta en el funcionamiento de las instituciones o en la formación y conducta de cada quién: la policía, el ejército, el gobierno, las empresas, los profesionistas, los deportistas profesionales, los artistas, todas las instituciones y sus miembros, casi sin excepción, incurren en faltas desde menores hasta delitos mayores, sin pagar por ello. En ocasiones hasta sin darse cuenta plenamente de los daños que ocasionan, como sucede con los vertedores de basura y desechos tóxicos.
Desde los maridos que golpean a sus mujeres e hijos sin que haya poder humano o legal que lo impida, hasta los criminales desquiciados que parecen multiplicarse todos los días, nadie parece recibir castigo por las infamias que se cometen. De ahí que vivamos una de las etapas más terroríficas y confusas que se recuerden en la historia de México. ¿Cuáles son las causas principales de esta trágica realidad?
La forma de idear y la idea en sí de la economía, su diseño, símbolos, el manejo, junto con los patrones sociales que lo sostienen o acompañan, constituyen los moldes y el horno donde se fabrica a fuego lento o en llamaradas, la sociedad occidental ahora globalizada o asimilada entre otras culturas.
El acumulamiento de bienes materiales, la explotación irracional de recursos, el acaparamiento especulativo, la circulación soterrada de mercancías o productos, todos estos fenómenos capitalistas tan bien descritos por economistas y filósofos, son parte del origen al pertenecer al lado oscuro del género humano, donde subyace la diabólica sustancia que lo vuelve irracional, un ser que se vuelve salvaje generalmente por miedo a ser desposeído de la poca materia que puede acumular en su estómago y en el entorno convertido con el tiempo en un mundo pletórico de máquinas y objetos que no son esenciales para la existencia.
La solución es reeducar a uno por uno y finalmente a todos o la mayoría. Reinventarnos como seres humanos para reinventar lo demás, la nueva cultura. Solución o idea que parece poco realista, sin embargo mi esfuerzo no alcanza a dibujar otra formar de retomar un buen rumbo que no sea por medio de una transformación de la conciencia individual y por efecto de la conciencia colectiva.
Existe pues la micro impunidad, individual, íntima, cotidiana, personal o doméstica y aquella otra que es macro impunidad: gubernamental, oficial, empresarial o directamente disfrutada por los arquitectos del crimen asociado a las mafias. Cualquier forma de impunidad es dañina para la mayoría.

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