La maniobra sucia del
gobierno federal para imponer un recambio en el sistema educativo con una
visión de carácter mercantil-utilitaria, contempla provocar a los maestros y
sus bases populares, seguramente con algunas infiltraciones o acuerdos oscuros,
para que aflore la parte menos presentable de los órganos magisteriales y de
esta manera justificar la represión y pérdida de legitimidad del movimiento. Todo
ello con el acompañamiento de campañas mediáticas que igualmente estigmatizan la
protesta y rebajan a los maestros a la categoría de holgazanes, desocupados o abiertamente
delincuentes. Lo más grave del asunto es que una gran parte de ellos ha caído
en el juego y se han echado a la sociedad encima, hasta el grado de repudiar
todo lo que huele a maestro de escuela pública.
El tema de la educación
no se circunscribe a lo que puedan hacer los maestros, como intenta hacerlo creer
en sus campañas el gobierno federal al desacreditar el trabajo de los docentes,
sino que es indisociable del estado que guarda la sociedad en su conjunto, que
ya por varias décadas ha visto aumentar la corrupción, la pobreza, la
desigualdad, la inseguridad y otras pérdidas como la incipiente democracia
hecha añicos, que menguan gravemente la calidad de vida de la mayoría de los
mexicanos.
En tanto que países latinoamericanos
que padecieron dictaduras al igual que severas crisis económicas en años recientes,
ahora convertidos en democracias que se preocupan y apoyan verdaderamente la
educación, México se encuentra seriamente rezagado en este rubro. El sistema
educativo se debate en un pantano movedizo y maloliente del que no asoma nada
estable o digno de fiar; todo se reduce al interés cupular de las élites
financieras, al corporativismo sindical cooptado por el oficialismo, o a
factores externos que son como arietes de los embates neoliberales que arrasan
con las políticas y los bienes de carácter público.
No se consigue llevar a
cabo reforma o proyecto alguno, que redunde en algo que realmente pueda ser
reflejado en mejoras sustantivas en cuanto a ampliación de cobertura en programas
educativos, rendimiento escolar, niveles de docencia o infraestructura. En
Argentina, por ejemplo, el Estado apoya a las familias con 120 pesos mensuales
(el equivalente a 300 pesos mexicanos) por cada hijo que asiste a la escuela
pública donde recibe educación gratuita, de buena calidad y además con
alimentos incluidos. La mayoría de ellas cuenta con servicios de comedor que
mantienen un control alimenticio excelente.
Por supuesto que allá
la visión sobre los objetivos de la educación, son muy distintos; en primer
lugar este país junto con sus vecinos, ha optado por el prudente
distanciamiento de los organismos internacionales y la Casa Blanca. Los
intentos de acuerdos comerciales de la era Busch, se hicieron añicos en la
Cumbre de Buenos Aires en 2005, cuando el presidente norteamericano regresó con
las manos vacías y un mensaje elocuente de las naciones donde antes imponían
sus directrices y mandatos. Se trata de que la educación no se planifique en
función de la mano de obra técnica que demandan las maquiladoras
trasnacionales, o de los negocios que gravitan en torno a los presupuestos que
se destinan a este renglón, como intentan hacerlo en forma integral en nuestro
país, acabando por medio de unos cuantos acuerdos legislativos con lo que se
viene construyendo desde el siglo XIX para garantizar la gratuidad y laicidad
de la educación a todo ciudadano por igual.
La corrupción, los
daños estructurales del sistema, más la apatía y el desinterés por la
superación a través de la educación que mantienen las mayorías de las distintas
clases sociales mexicanas, hacen que este aspecto de los sujetos sea sumamente
raquítico, de acuerdo a lo que podemos observar.
Elevar la calidad
educativa, o mejor dicho, rescatar la educación que ha caído hasta los últimos
sitios mundiales, depende de múltiples factores donde debemos destacar aparte
de un auténtico compromiso del Estado, la comprensión y el interés ciudadano
por lo que representa la educación, que no es solamente mandar a los hijos a la
escuela con sus útiles y uniformes.
La crisis que vive el
sistema estatal de educación, desde sus bases magisteriales y sindicato, hasta
el último escalafón de la Secretaría, que incluye al propio secretario, quien
por cierto no puede presumir de buena reputación, se encuentra en una fase de punto
de quiebre donde las fuerzas en abierta oposición a la reforma del gobierno
federal, están por doblegar los acuerdos de la Cámara Legislativa con una serie
de estrategias que finalmente terminarán por sentar a las autoridades a
negociar con los líderes de la Coordinadora Nacional de las Bases Magisteriales
y el propio CNTE.
De no ser así, el
conflicto esperará al próximo año pre electoral donde habrá candidaturas
independientes y éstas pudieran favorecer a candidatos ajenos al PRI,
principalmente, es decir; el partido gobernante perdería posiciones en el 2015
en caso de continuar la línea impositiva de la reforma, cuya operación no fue
suficientemente hábil como para dejar abiertas algunas puertas o mantener
puentes de diálogo, sin llegar a escalar el conflicto hasta la toma de lugares de
la capital, el asedio al aeropuerto, más lo que se acumule en los días
venideros.
La agudización de los
enfrentamientos sería como un segundo Atenco y esto no conviene en absoluto al
presidente Peña, porque los maestros no están focalizados en un solo lugar,
como el caso de los ejidatarios, sino que se distribuyen por todo el país,
aunque ahora solamente hayamos visto manifestaciones en Oaxaca, en Guerrero y
por supuesto en el Distrito Federal. Aunque en la capital de Jalisco y otras
más, ya hicieron lo propio los maestros con algunas marchas.
Si llegara a extenderse
la inconformidad y la protesta de las decenas de miles de maestros y
trabajadores de la educación, será muy difícil contenerlos y quién sabe en qué
pueda resultar, porque hay más ímpetus contestatarios que pueden convertirse en
encadenamientos de acciones populares que acompañen a los maestros. O sea, no
estamos lejos de una crisis como la sacudió al Brasil hace unas semanas, con la
diferencia de que el gigante latinoamericano mantiene un fortalecimiento industrial,
financiero y político mucho mayor que el nuestro. Además allá no tienen
frontera con Estados Unidos que ha sido históricamente algo mucho más que un
dolor de cabeza.
Estamos quizá a las
puertas de una escalada de desacuerdos, enfrentamientos y rupturas que puedan
desembocar en una gran inconformidad generalizada que se extienda a otras
latitudes. Un incendio social de consecuencias incalculables.
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