martes, 1 de enero de 2013

Navidad S.A.


Hay una fuerte tendencia del comercio y las viejas ideas por apropiarse de la Navidad o por no dejar que se les vaya de las manos, como ha sido siempre. Digamos que la Navidad es, más allá de las creencias, una fuerte industria imaginaria que involucra incontables industrias reales, donde se producen millones de artefactos especializados en las tradicionales fechas, además de significar el mayor incentivo de ventas de toda clase de mercancías que se dan durante el año en el mundo occidental.
La navidad también puede ser vista como uno de los dispositivos del control social, en el que los medios de comunicación, los comerciantes, el clero, además de otras entidades que reflejan poder, se ponen de acuerdo para pausar la actividad colectiva en cuya atmósfera afloran los sentimientos más adormecidos que tiene la gente, como son las ganas de regalar algo para demostrar afecto, la generosidad, la solidaridad, los abrazos y las palabras o frases como “la paz reine en tu hogar”, que se reservan para la ocasión y que por la propia naturaleza humana se tienen guardados el resto del año.
También es un indicador para saber quienes participan y hasta qué niveles de participación pueden llegar a tener en la economía, de tal suerte que sabríamos, sin sorprendernos, de una mayoría que ni siquiera festejan simplemente porque no tienen lo indispensable siquiera para sobrevivir a esa fecha tan sonada en las sociedades. Quienes hacen tanto alboroto por más que sea tierno o bien intencionado, los que mueven las aspas del molino que rezuma de cascabeles, son en realidad los menos de los que habitan este mundo, porque las tres cuartas partes de la población están en otra realidad, sobre todo tratan de sobrevivir.
Entre quienes están de este otro lado de la moneda aunque de alguna forma llevados por la marea del consumo o la circulación de capital, como eje rector de la vida, hay quienes  encuentran la Navidad como el espacio idóneo para la reflexión individual. Se enaltece así con sinceridad el afecto familiar, ajustándose las relaciones al pensamiento apaciguado por la celebración. Aunque igualmente y de forma no tan rara surge la contraparte de la fiesta dado que las sensibilidades en la superficie de los ánimos pueden hacerse añicos a la menor provocación.
La fecha navideña es fuente de ansiedades tanto entusiastas como depresivas. Se pueden pasar los días en convivencias gratas e igualmente a veces se hace el escenario perfecto para las discusiones familiares, las rupturas, los desacuerdos y demás resentimientos.
La confluencia de aspectos económicos junto con los asuntos de las creencias religiosas suelen complicar o hacer más compleja la trama navideña. Entre esa minoría humana que toma en cuenta esta celebración acoplada con periodos vacacionales, que obviamente no todos disfrutan, la Navidad distribuye d acuerdo a la condición social la febril actividad de la compra, ya que unos se dirigen a centros comerciales exclusivos, otros acuden a las plazas comerciales, en tanto que muchos más realizan sus compras en puestos y mercados callejeros. La Navidad no es una celebración generalizada y tampoco iguala a las personas, es simplemente un producto de las sociedades anónimas que la comercializan en buena parte del mundo.