¿Qué cambios puede haber en el país con la recuperación de la presidencia por el PRI?
Si bien cada inicio de
un periodo de gobierno trae consigo nuevas expectativas de acuerdo a las
coyunturas y ámbitos situacionales en los que se desenvuelve y materializa el
poder, los cuales abarcan desde las más altas cúpulas hasta los resquicios
locales de las comunidades aisladas, pronto los comienzos dejan de tener su
espectacularidad fulgurante y el fuego de la fe comienza a extinguirse conforme
avanzan los días. Esto último ocurre de la misma manera pero la inversa, es decir, desde los cimientos de
la sociedad hasta llegar a elevarse a la élite. El desencanto regularmente
comienza y se agita en la base.
Con el peñanietismo en
ciernes la regla sigue sin atisbos de algo diferente, como si la concentración
de poderes que finalmente se salen con la suya en las lides y controversias
políticas que emanan de la desigualdad creciente que agobia a las mayorías, hundiéndolas en vorágines de peligrosa incertidumbre,
se permitieran el ejercicio de la creatividad. Nadie en los equipos de trabajo que
confluyen en el puesto de mandos es capaz siquiera de reinventar otros rumbos
que sean menos desequilibrantes y arriesgados, simplemente no hay imaginarios
distintos para un México que sigue en descenso. Con toda claridad es posible
advertir que rutinariamente prima el afán por obtener toda clase de ventajas
materiales y políticas en cada individuo, en cada grupo. De ahí que, sexenio a
sexenio, se hayan desprendido de la patria y de sus habitantes pedazos
completos de bienes patrimoniales y estratégicos, tanto en recursos como en
autonomía política, sin tomar en cuenta las quiebras y devaluaciones que
acabaron con las ilusiones y la tranquilidad de miles de familias.
Más allá de que el
señor Videgaray termine el sexenio con una calva semejante a la de Carlos
Salinas y que el propio Enrique Peña pueda quizá subir unos kilos, además de
encanecer la mitad de su copete, con esa fórmula que se conoce como si fuese lección
de clase de historia mexicana de nivel primario, no pasará nada de lo que
cándidamente algunos piensan que pasará. En seis años habrá más pobres porque
siguen aumentando sin control. La ciudadanía seguirá igual o más expuesta
a toda clase de delitos, porque las fuerzas que se disputan el poder operan con la misma lógica de cada quien tome
lo que pueda arrebatar a los demás, lo cual da lugar a que los delincuentes y
los que están para perseguirlos, frecuentemente cambien de bando. La economía
tampoco mostrará cambios que puedan ser tomados como activos para la población,
si bien al contrario, las firmas capitalistas se han acostumbrado a toda clase
de beneficios ordeñados a un Estado ingobernado, descapitalizado,
permanentemente endeudado e institucionalmente corroído por la corrupción.
De entidad política el
PRI se transformó en las últimas décadas del siglo veinte en una marca que
embona en ideas con las trasnacionales y otros actores capitalistas mexicanos
que afanosamente se hacen de los negocios que involucran al Estado, por tanto
lo han dejado con un número muy reducido de bienes e hipotecado. Desde luego
esta transformación no dejó perder los hilos del juego político del que
igualmente vive un número desconocido de individuos de diferente perfil y
filiación política, incluyendo aquellos que militan en otros partidos o figuran
en gremios que hacen sinergia con el tricolor.
Los dos fugaces y
erráticos periodos panistas parecieron como un alquiler; quienes tomaron la
casa la dejaron hecha una ruina. La mayoría de la gente quedó hastiada e
inclusive asqueada de ese cascajo en que fue convertido el país durante doce
años. Así y con billones de pesos, más todas las pantallas, la radio y buena parte de la prensa, coludidas en la
trama, fue sencillo volver a la presidencia.
Los únicos cambios que
puede provocar el PRI son de actitud ciudadana. Ya lo demostró en las primeras
horas de gobierno. Es una antigua organización entrenada para hacerse del poder
a costa de lo que sea y permanecer dominando los espacios políticos contra
cualquier voluntad. Esta dinámica lo único que puede producir como algo
positivo es la reacción pacífica, pero a la vez enérgica e inteligente por
parte de cientos de miles de personas. Por tanto, el único cambio posible en seis
años es de actitud pero en la gente, jamás en el PRI, éste tendría que volver a
inventarse, en cambio ya muchos despertaron.