martes, 1 de marzo de 2011

Mexicanos al grito de guerra

La situación en México se hace cada día más insoportable para los ciudadanos. El presidente se ve desesperado, por más que se esfuerce por aparentar seguridad y calma. Su preocupación y desconcierto se traslucen debajo de uniformes militares o trajes de los que suele usar según la ocasión, inclusive los atuendos autóctonos no pueden servir más que para enmarcar una personalidad ansiosa por adquirir las necesarias raciones de legitimidad negadas en las urnas, al costo de lo que sea, inclusive decenas de miles de vidas humanas.

La historia se encargará de registrar, a su tiempo, en qué medida Felipe Calderón es responsable de la mayor crisis que en todos los órdenes ha vivido la sociedad mexicana desde la revolución. En primer lugar es culpable de haber privado a los mexicanos de un mejor porvenir al ser partícipe y hasta encabezar una campaña difamatoria así como diversas maniobras, apoyadas en la fuerza del Estado y en la propia coautoría del entonces mandatario saliente, dirigidas contra su principal oponente político, es decir una confabulación tan maculada, como sólo puede estarlo la conciencia de una camarilla de sujetos que se prestaron a un fraude descomunal y artero, que por cierto ahora nos está costando lo inimaginable.

Enseguida el presidente de novela negra siguió dañándonos con tal movilización de fuerzas armadas sin precedentes, que sólo ha servido para ser detonante de una catarsis sangrienta que hace pensar a los que nos observan desde fuera que Huitzilopoztli no tan sólo no se alejó de estas tierras sino que está mucho más vigoroso que en tiempos de Ahuízotl.

El gobierno calderónico, en lugar de fuentes de trabajo ha generado un estado de psicosis colectiva en razón de los múltiples y salvajes crímenes que se volvieron cotidianos. Persiste en el ambiente comunitario una sensación de que la esperanza terminó y la ley corre la misma suerte.

La administración que ofreció hacer una gestión importante para incentivar el empleo, en los hechos presentó una variable política inesperada y totalmente distinta: se dedicó, exclusivamente, a combatir delincuentes, por cierto con un buen número de ellos dentro de sus propias filas. Algo semejante a un ejército que tiene al enemigo solapado en sus cuarteles y trincheras.

Por si fuera poca cosa este binomio de corrupción-impunidad que aqueja a las instituciones y a la sociedad, otro país igualmente corrupto, pero con otra forma y manejo de la corrupción, Estados Unidos, (la achaca a los demás) vigila atentamente para obtener ventaja de la quemazón.
Wiki Leaks acaba de poner en evidencia lo que ya se daba por sentado, la ingerencia abusiva y terca en los asuntos domésticos que han tenido siempre los vecinos norteños, con tal de sacar el máximo provecho. Y vaya que las ingentes sumas de dinero obtenido del ir y venir de armas, drogas, personas y todo lo que reporte utilidad, están detrás de la vorágine a la cual el gobierno de Calderón trata de identificar como guerra.

Debió ser relativamente fácil para los lobbies estadounidenses convencer a Felipe Calderón y compañía, de que el camino más fácil para tener el consenso de Washington de su parte, era seguir las instrucciones que en materia de su propia seguridad y aseguramiento de recursos estratégicos, dicta a sus satélites. En otras palabras, para garantizarle la posibilidad de que asumiera como presiente, aunque fuese blindado a todas partes y que continuara en el cargo, gracias al uso de la fuerza y de los servicios de inteligencia, fue necesario comprometerlo más aún que a sus antecesores, de por sí doblegados con las jugosas ganancias que ofrece el negocio de venta de recursos o bienes públicos, una vez privatizados.

Ni con su vida alcanzarían a lavar la afrenta de alta traición cometida por sujetos de la calaña de Carlos Salinas de Gortari o Ernesto Zedillo, el principal beneficiado por el crimen contra Luis Donaldo Colosio.

A Fox le vendría muy bien una auditoría de parentescos que pusiera al descubierto uno más de los inmorales casos de nepotismo y corrupción que manchan la historia. Como para una cárcel perpetua queda pintado el bocón de Guanajuato.

Esa es la enfermedad del país ocasionada en gran medida por la avidez de poder y riqueza que padecen sus gobernantes y que después nos hacen padecer a nosotros, con sus dislates y desaciertos, con su vergonzante despilfarro y falta de escrúpulos.

Una democracia que padece de esta malignidad no puede llamarse tal, precisamente porque no se trata de otra cosa que una dictadura que, a diferencia de las que azotaron el continente durante gran parte del siglo veinte y cuyo poder se concentraba en un solo sujeto junto con su familia o círculo cercano, ahora los dictadores están conformados por varios corporativos que van desde asociaciones trasnacionales de mercaderes de productos básicos, hasta banqueros, compañías mineras, empresas de medios de comunicación y especuladores inmobiliarios, por mencionar sólo algunos.

Todo este entramado de fuerzas que tratan de conservar sus intereses ha sido tan favorecido por los gobiernos de la línea neoliberal, que llegaron a estrangular, literalmente, otras opciones políticas que contemplen la enorme urgencia de poner a flote a las clases sumergidas en la pobreza material, social y cultural.

Pareciera que se proponen todo lo contrario: que el país no prospere para que no ofrezca fuentes de empleo y que tampoco sea seguro en términos de la integridad física y el respeto a los derechos humanos. Lo que observamos que sucede todos los días nos indica que vamos en sentido opuesto al progreso. Nos hallamos a merced de autoridades que evidentemente no saben, bien a bien, qué se proponen con toda esta absurda persecución y militarización del territorio nacional. Constatamos con dosis de temor y amargura que las intenciones, sean las que fueren, de este gobierno, consiguieron que las bandas criminales incrementaran sus activos y armamento y con ello asolaran ciudades y estados completos. Se volvieron ahora los nuevos amos ante la incapacidad gubernamental de ejercer algún control. México es un lugar de cacería humana.

Pese a todo este desolador panorama quedan fuerzas suficientes en la sociedad civil, como para poner en marcha un plan de recuperación del país, que pueda sacarlo de las manos del hampa, tanto de la que operan los grupos delincuenciales en sus variables de narcotráfico, secuestro, extorsión, etc., como las mafias incrustadas en el sector público que son a final de cuentas tan nocivas y peligrosas como sus homónimas.

Las redes sociales pueden ser una herramienta de gran ayuda para este o cualquier tipo de emprendimiento que se preste a la búsqueda de consensos y organización ciudadana. La gente puede recobrar el mando a base de crear figuras como el ciudadano operativo, el cual estaría investido del poder de la representación de un determinado grupo de interés social como puede ser una sociedad de colonos o cualquier tipo de asociación civil que persiga beneficios comunitarios. El ciudadano operativo pudiera ser un auténtico gestor social que apoya y a su vez es apoyado por sus representados, como sucede en teoría con los diputados. Se trata de un relevo de mandos conferido directamente por asambleas ciudadanas: una praxis de democracia directa que pueda entrar en funciones de inmediato y se extienda por los estados de la República.

El cargo será voluntario y honorífico. Solamente se pagarán viáticos y cuando la asamblea decida alguna remuneración o recompensa especial por buen desempeño, tendrá autonomía para hacerlo.

Entre más ciudadanos operativos se integren, más de prisa se lograrán las sinergias necesarias para lograr otros niveles de activación política, es decir, convocar e incluir sectores organizados como cámaras industriales, universidades públicas y privadas, sindicatos, agrupaciones obreras, campesinas y todo capital humano que sume fuerzas.

Un mínimo de diez ciudadanos puede nombrar su ciudadano operativo y conjuntamente buscar acrecentar el número de integrantes del grupo y generar así más ciudadanos operativos que formen sus equipos de acción.

Las gestiones de los ciudadanos operativos serían con carácter grupal, orientadas hacia aspectos como mejora de calidad de vida, derecho a la salud, transporte digno y económicamente accesible, asistencia social, etcétera. Con el respaldo del grupo se logra cohesión y fuerza. A su vez se generará apoyo intergrupal en todo aquello que no pueda ser resuelto en primera instancia.

Hasta aquí de esta vaga idea que puede servir de inspiración para ser superada, ampliada o criticada. Lo que se trata es de no esperar a la ayuda que jamás llegará de ninguna parte. Lo más probable es que no habrá salvadores o líderes que nos saquen de esta situación. Tampoco nos ha sido conveniente esperar de los gobiernos, pues estos en gran medida han sido causa del agravamiento. Los institutos políticos y el aparato en sí, están permeados por las mismas corrientes que degradan nuestra vida diaria: autoritarismo, falta de compromiso social, corrupción, impunidad, exclusión u otras prácticas que infortunadamente constituyen las reglas superiores.

Calderón lanzó el grito de guerra contra un enemigo invisible y ponzoñoso, ¿los ciudadanos contestaremos pacíficamente o callaremos?